Retrato

MARTÍN ACOSTA, ARGENTINA
por Gisela Ardit / Enero 2015

Hay barbaridades que hay que decirlas como son, porque si no, no se toma realmente conciencia.


¿Contame cómo fueron tus comienzos en la Fotografía?

Yo tengo una gran frustración, y es la de no poder contar cuando me preguntan esto, que llegué a la Fotografía de chiquito en el momento que me regalaron una Kodak Fiesta, que en verdad la tenía mi primo y no me la prestaba. Era cuadradita, con formato 120 mm., muy linda. Pero no, nunca me pasó. Llegué de grande a la Fotografía. Yo quería ser historiador, quería dedicarme a la política, y estudiaba Historia en la Universidad, y por cuestiones de la vida había hecho un curso de Fotografía en el Fotoclub Buenos Aires, y me había enganchado. Me gustaba y sacaba fotos con mis amigos para jugar, entre nosotros. Y en un momento empecé a cambiar y dije bueno, ¿qué hago de mi vida?. Yo estaba internamente en crisis, no sabía qué hacer.


¿A qué edad fue eso?

Eso fue entre los 19 y 20 años, cuando salí del servicio militar. Cambié un poco mi forma de ver el mundo, me fui de viaje por América, volví, retomé la facultad, me fui a vivir a Uruguay y me puse en pareja. Y allí empecé a estudiar, pero ya no me entusiasmaba.
Estudiaba Licenciatura en Historia, en la Universidad de la República, en Montevideo, no sabía qué hacer, estaba en crisis, y de alguna manera la Fotografía me dió un sentido, una conección. Si no, no hubiera sabido qué hacer. Y así comencé, hacía algunos trabajos, eran todos muy malos.


¿Qué tipo de trabajos hacías?

Algún evento en una empresa de un amigo, y no mucho más. Hasta que en un momento empecé a trabajar como asistente de estudio en Publicidad. En esa época se usaban los estudios fijos, donde contrataban personal. Y fue así como comencé a sentirme fotógrafo. No me gustaba el mundo de la publicidad, no me gustaba la frivolidad, tenía como una contradicción ideológica muy fuerte, que me hacía mucho mal. Yo era joven y creía que había que cambiar el mundo, y si bien no iba a dedicarme a la política seguía pensándolo. Igual ahora también pienso que hay que cambiar el mundo pero lo veo desde otra óptica. Creía que el mundo era una porquería y que había una solución. Y eso era una filosofía y una forma de vida. Entonces fotografiar para empresas que vendían productos a personas que probablemente no los necesitaban o que no eran esos productos realmente buenos que estaban ofreciendo, me hacía sentir como que estaba mintiendo, que estaba falseándole a la gente, y no me gustaba.
Si bien no era el motor de todo eso porque era un asistente, me hacían mover las luces, revelaba placas en diapositivas, me generaba mucha contradicción, y la verdad que esos fueron tres o cuatro años que los viví muy mal, lo sufría. Yo ya sabía que quería ser fotógrafo y quería ser reportero gráfico, porque esta visión crítica del mundo creía que se extrapolaba un poco a convertirme en reportero gráfico y mostrar todas las miserias del mundo para que la gente las cambie de alguna manera. Era como seguir llevando adelante la idea del cambio social. Y mi único sueño era entrar a trabajar en un medio, no se me ocurría otra cosa. Tuve la suerte que de uno de los estudios me echaran por inútil, y que la persona que me echó me dijera que yo no servía para eso, que me dedicara a otra cosa. Por mi personalidad, cuando me decís una cosa así, lo que voy a tener que hacer es demostrarte que te equivocaste; entonces ahí me enfurecí conmigo, con el señor y era verdad que yo no servía, que no le ponía onda al laburo. Yo lo vivía muy mal, no hacía bien el trabajo, pero me sirvió años después, porque sin darme cuenta aprendí muchísimo de luz, de trabajo de estudio. En los años 90, cuando cambió la estética de la fotografía de prensa y se empezó a usar una estética más estilista, más vinculada con la moda y con la publicidad, yo trabajaba en un medio para el cual la fotografía era muy importante y había mucha exigencia, mucha dedicación a la calidad fotográfica. Y los fotógrafos de prensa en ese momento no estaban tan acostumbrados a usar luces de estudio, y te pedían que fueras a hacer una entrevista con luces de estudio, a la mayoría le daba miedo, y para mí es una cosa súper natural: le ponés un enchufe, prendés una luz, agarrás el fotómetro... yo tenía mi fotómetro, entonces sin darme cuenta me había quedado esa impronta de cierto cuidado estético y manejo de luces de la fotografía publicitaria.


¿El trabajo en Fotografía publicitaria fue en Uruguay?

No, fue en Buenos Aires. Viví tres años en Montevideo y nos vinimos porque no tenía más ganas de estudiar, no tenía un trabajo fijo y no la estaba pasando muy bien, entonces decidimos, con quien en ese momento era mi pareja y los chicos, venirnos a vivir a Buenos Aires, y comenzar a trabajar en ese estudio. Cuando me despidieron no tenía trabajo, y pensé “me voy a dedicar sólo a conseguir trabajo de fotógrafo de prensa’”. Mi compañera me acompañó en la decisión, y lo conseguí. Recorrí todos los medios que había en ese momento con una carpeta muy elemental, muy rudimentaria, con fotos que para mí eran muy malas. Todavía la conservo.
En ese momento decidí apostar solamente a lo que quería, a lo que me gustaba. Tenía 24 años, y me presentaba en medios gráficos, hata que un buen día me tomaron. Era la Agencia Noticias Argentinas, en la cual trabajé cinco años, aprendí muchísimo, fue un momento muy bueno. Teníamos gusto por lo que hacíamos y todos querían transmitir sus conocimientos, nuevas formas de mirar y hacer el periodismo. Fue muy influyente en mí. Tengo muchos amigos de esa época, teníamos mucha pasión. Era la primera etapa de la democracia, entonces había mucha actividad, la fotografía le interesaba mucho a la gente.


¿Además de Fotoperiodismo y fotografía publicitaria. Realizaste algún otro tipo de trabajo fotográfico?

En el terreno documental, hice libros, algunos libros por encargo, para compañías o empresas, y fotografía institucional también para empresas. Mi fuerte es el Periodismo y la fotografía documental. Dentro de lo que es periodismo, tanto para algún medio o por gusto propio, a mí me gusta mucho contar historias, hacer relatos fotográficos, ensayos. Es un trabajo que hago en paralelo a los trabajos en los medios. Una mirada más autoral.


Contame un poco de tus trabajos documentales.

Bueno, pienso que hay que fotografiar lo que a uno le atrae, le entusiasma. Siempre me definí como un periodista, por mi formación, por mi interés por las cosas que pasan en el mundo y por la actualidad. Me interesa todo lo que le sucede a la gente. Lo que más me interesa es el mundo y la humanidad. Empecé primero haciendo un trabajo sobre una comunidad religiosa en La Pampa, Los Menonitas. Ese fue mi primer trabajo documental, mi primer ensayo. Trabajé un año y medio vinculándome y viviendo con ellos, en diferentes etapas, y lo hice todo con una estética muy tradicional, muy clásica: con Leica, blanco y negro. Fue un trabajo muy extraño, porque en ese momento yo estaba trabajando en periodismo y muy metido con la velocidad y con la eficiencia de ser buen fotógrafo, resolver y enviar el material rápidamente. Entonces el trabajo de los Menonitas me lo tomaba como una especie de relax, me desestructuraba y me relajaba de alguna manera y haciendo lo que me gustaba que era en definitiva por lo que había entrado a la Fotografía.
No es que no me gustara la Fotografía de prensa, me encantaba lo que hacía: vivir arriba de un avión, revelar en un estadio, transmitir escondido atrás de una tribuna de fútbol, y que te estén llamando desesperados “dale, que es la tapa’”, todo eso estaba buenísimo. Pero en un momento no era exactamente el tipo de fotografía que a mí me había interesado siempre. Entonces me daba cuenta de que me llamaba más la atención, por ejemplo, los ensayos. A esta comunidad yo la había visitado en el 90 faltando diez años para el inicio del 2000 y tenía la característica de que vivían en un nivel informativo y tecnológico, muy atrasado. Eran protestantes, originarios del 1500 en Holanda; mantenían su estructura, incluso su idioma, y estaban muy aislados.
Entonces a mí me llamó eso la atención justo en el año 2000, cuando se hablaba de que las computadoras iban a colapsar por el Y2K, y dije “qué loco, estos tipos acá en el medio de La Pampa viviendo sin luz, negando los autos”, y me interesó, me dije “es como meterme en un mundo antiguo, en el pasado”. Me gustan las cosas antiguas, lo clásico. Y pasé más de un año, entreteniéndome y diviertiéndome, y lo insólito de esto es que nunca lo expuse, porque lo hacía para mí.


¿O sea que es un trabajo inédito?

Sí. Lo he proyectado en algunas charlas, pero exhibido, jamás. Una vez para una convocatoria de Fotografía documental me pidieron tres fotos y las presenté, pero el trabajo en sí nunca lo mostré. Porque yo no tenía necesidad de exhibir. La sensación que tengo hoy es que yo mostraba a través de mi trabajo de prensa, y publicaba en el diario de mayor tirada en la Argentina. Entonces yo hacía una foto y la veían cinco millones de personas. Para mí era suficiente en ese momento. Hoy creo que fue un error. Debería haber terminado el proceso de autor: tener el tema, concentrarse y trabajarlo, y después mostrarlo.


¿Te identificás con ese ensayo?

Sí, como parte de un estilo y una mirada que ya no es la que hoy llevaría adelante. Porque si muestro eso estoy atrasando muchos años, y no me interesa.


¿Actualmente, estás trabajando en algún otro proyecto documental?

Tengo algunas ideas de trabajos que tienen que ver con el paso del tiempo y cómo se altera la materia y la biología, pero esos son cosas que están en prueba y que no sé si alguna vez serán trabajos.


¿Cuál es tu situación laboral ahora?

Yo trabajo en forma independiente como fotógrafo de prensa, trabajo para la agencia Reuters, y trabajo para la revista Acción, también divido mi tiempo laboral en la docencia, la educación, dirijo el GEI, grupos de expresión en imagen, que son talleres de seguimiento de proyectos autorales, soy profesor en la escuela de Fotoperiodismo de la Asociación de Reporteros Gráficos, la materia Fotoperiodismo 1 y también doy cursos y workshops, talleres intensivos de Fotografía documental y de Retrato. Me gusta mucho el Retrato.


Contame alguna anécdota laboral

Es una historia que me sucedió trabajando, que no es una historia que yo haya vivido bien, alegremente, me sentí bastante mal en el momento por todo esto, y de hecho durante mucho tiempo lo ocultaba, ni lo contaba, aunque ya se sabía que el responsable era yo. Principalmente porque es algo que lo tenía muy metido yo adentro, en mi formación periodística de informar, de la responsabilidad que lleva el informar, no convertirse nunca en la noticia, sino en ser solamente la persona, el transmisor, detrás de la noticia. Yo estaba trabajando para el diario Clarín en el momento cuando asumía el presidente Néstor Kirchner. Era el año 2003. Me habían asignado a un puesto dentro de la estructura de la cobertura que no era un puesto muy importante. Y cuando uno no tiene el mejor puesto se pone de mal humor, y estaba bastante de mal humor. Tenía que hacer sólo una foto, una foto que se publica pero que no tiene mucha trascendencia, que es el primer ingreso del presidente a la Casa Rosada. Él viene con el auto, sube las escalinatas, es una foto cuando saluda y nada más que eso. Eso era lo que iba a suceder, no recuerdo la hora, habrán sido tres de la tarde y yo estaba ahí a las diez de la mañana para tener una buena posición, sin hacer nada para tener una foto de un minuto, un embole! Y nadie conocía a este señor, era un recién llegado del sur con poca información acerca de él. Entonces ni bien asumió, hizo el traspaso de mando en el Congreso, de Duhalde a él, le dió el bastón de mando, la famosa foto en que Duhalde no le quiere soltar el bastón. Siempre quise hacer esa foto, porque en un momento yo había hecho la campaña de Duhalde, hice bastante fotografía de campaña, no como fotógrafo oficial sino como fotógrafo de medio. Me asignaron e hice las campañas de Menem, de Duhalde, de Angelóz en su momento. Y Kirchner bajó del auto, hizo el saludito, ya estaba la foto y en un momento se dió vuelta y se metió entre la gente. Eso no estaba para nada previsto, estaba completamente fuera del protocolo y era una gran sorpresa para todos. La ceremonial de Presidencia estaba colapsada, la custodia estaba muy preocupada, los periodistas no entendíamos lo que estaba pasando. Entonces el Presidente con la banda empezaba a saludar a través del vallado a la gente que estaba en la plaza de Mayo. Lo abrazaban, lo saludaban. Después se convirtió en algo muy común, ya todo el mundo sabía que Kirchner hacía eso, se tiraba encima de la gente, le gustaba el contacto con las masas. Pero en ese momento era algo muy nuevo. Y cuando veo eso no pensé nada, en dos saltos estaba al lado del tipo, y pegado, y en un momento estaba tan pegado a él que ni siquiera podía fotografiarlo, no me entraba en cuadro, entraba media cabeza, pero yo lo que hacía era seguirlo. Él saludaba a la gente, yo trataba de hacer fotos, empujaba, esas cosas que hacemos los fotógrafos. Y en un momento veo que él empieza a agarrar la manija de apertura de la puerta del vallado que separa la casa de gobierno de la plaza de Mayo. Lo único que pensé fue: “está loco, completamente loco’”. Y después de pensar eso dije: “si yo quedo delante de él voy a quedar detrás de la puerta, por lo tanto no voy a poder pasar, porque todo el malón va a venir y yo voy a quedar en la cola, y estoy en el primer lugar”. Hice un movimiento de cintura y quedé al lado de él de nuevo, entonces cuando se abría la puerta terminé de abrirla yo. Y seguí al lado de él pegado. Y yo seguía haciendo fotos pero la verdad que las fotos no salían. Y en un momento ya casi entrando a la plaza de Mayo, se había descontrolado todo, la gente estaba enardecida, voy caminando para atrás y siento algo en el piso, miro para abajo y veo un tipo tirado. Y son situaciones muy delicadas cuando hay manifestaciones y caer al piso es muy peligroso, hay que estar muy atento con eso porque la gente se desespera y te pisa.
Entonces yo pego un salto para no pisar al señor que estaba en el piso y la custodia que venía acompañando al presidente, que estaba bastante sacada, se dá cuenta de la situación entonces lo que hacen es agarrarlo a Kirchner de los codos y de los brazos para que no se tropiece con el señor que estaba tirado en el piso y lo saltara, como si fuera un lomo de burro. En ese momento, cómo él era muy grandote, se desacomodó, no tuvo estabilidad, y indefectiblemente se vino sobre la lente de mi cámara. Yo no uso filtros, por lo tanto el borde dentado fue a dar directamente a la frente del nuevo presidente de la República Argentina. Yo para nada me di cuenta de todo esto, te lo estoy contando después de haberlo elaborado, pensado, hablado con él y con las custodias. Y en ese momento escucho: “el presidente está sangrando, le pegaron al presidente’”. Yo no me lo olvido más, dije ‘fui yo’. Me agaché y salí como agachado entre la gente, escondiéndome, desaparecí por completo. Dije ‘no puede ser que haya hecho esta barbaridad, cómo pude haber hecho esto’. Entonces me fui a mi puesto original. Había unas gradas para fotógrafos en la explanada. Me quedé ahí sentado y era todo un caos. Entonces cuando reaccioné y pensé: ‘yo estoy acá para hacer fotos, esto es una noticia’. Entonces ahí, desde esa posición puse un teleobjetivo, y como inmediatamente lo trajeron a la casa de gobierno para llevarlo a la enfermería, yo lo podía hacer a él cuando venía ya entre los custodios, ya sin la gente.


¿O sea que causaste el accidente y después lo fotografiaste? (risas)

Y después lo fotografíé, sí, pero las fotos eran horribles. Y se publicó al otro día. Yo no lo sabía, pero detrás de mí había un compañero mío, yo estaba haciendo mis fotos cara a cara con el presidente y estaba tapando a mi compañero, probablemente él estaría pegándome para hacer una foto él. Lo cierto es que cuando yo me agacho queda él en primer plano con el tipo lastimado. Las fotos que se publican en el diario al otro día son esas, las de él, entonces todo el mundo pensó que había sido él el que lo había lastimado, porque se corrió la bola de que era un fotógrafo de Clarín. Me acuerdo que entró el presidente, cuando entró todo el mundo estaba conmocionado, mirando las fotos, lo que pasó y yo, nada. Es al día de hoy que me acuerdo la cara del fotógrafo que tenía al lado, que era de AP, ya falleció, y me hablaba. Al día siguiente me llama y me dice “hijo de puta, eras vos, y no me habías dicho nada” yo me moría de la vergüenza, le pegué a un presidente, ¿te das cuenta? Es una barbaridad hacer eso, me parecía y me parece una barbaridad. Por más que uno esté de acuerdo políticamente o no, no importa eso, la figura de un presidente es algo importante y hay que ubicarse. Entonces, suena mi teléfono, yo estaba ahí en la grada esperando, todo se alargó porque el tipo tenía que tomarle juramento a todos los ministros, pero estuvo como una hora en la enfermería, y se oían los rumores, ‘le pegaron al presidente’, ¿qué pasó?, ¿quién fue?, entonces suena mi teléfono, atiendo y escucho solamente esto: “¿fuiste vos, no?”, era el editor de fotografía de Clarín de política, que era un amigo mío. Entonces le digo ¿cómo sabés?, “Porque se ve en la tele, si te conocen es imposible no darse cuenta”. Y bueno, pasó, entonces yo me quedé muy mal. Y en esa semana tuve una entrevista con el presidente ya con la curita, (risas) y charlamos sobre el tema y ahí fue que me aclaró “Recuerdo bien lo que pasó, fue que a mí me levantaron, perdí la estabilidad y vi que me iba derecho contra tu lente, contra la cámara, de hecho, traté de mover la cabeza para que no me diera en el ojo, porque yo sentía que me iba para el ojo. Y la cabeceé.” (risas).


¿Y qué fue más duro, el lente de tu cámara o la cabeza de Kirchner?

El lente. Era del diario y cuando me fui entregué los equipos. Ni idea de qué será de ese lente pero tenía las huellas del ADN de la piel del presidente (risas). Durante años yo no lo contaba, ahora lo cuento y me muero de la risa. No lo negaba, pero tampoco lo promocionaba. En ese momento me llamaron de dos o tres radios y no salí al aire. Estaba muy avergonzado. Aunque en verdad no fue mi culpa, yo hice mi trabajo. Pero no me gusta ponerme de ese lado. Lo peor de todo es que la foto no es buena, la que tengo yo, imaginate, me da una bronca bárbara.


Bueno, pero habilitaste a tu colega, el que estaba atrás…

Sí, peor! (risas)


¿Algún otro trabajo documental realizado?

Sí. Trabajando en prensa traté siempre de aprovechar los recursos de los medios de comunicación para hacer reportajes. Hice varios sobre comunidades, de lugares, de problemáticas que a mí me gustaron mucho, y también lo que hacía y sigo haciendo, es armar relatos a partir de fotografías realizadas de distintas noticias. Por ejemplo, “Crisis” es una sola historia que tiene que ver con la crisis del año 2001 y la crisis cíclica de la Argentina, cada diez o quince años, en la economía. Está articulado a través de fotografías que fueron tomadas en diferentes circunstancias, que en principio no estaban relacionadas unas con otras, y eso es todo un relato.
Ya a partir del año 2000 empecé a tener la necesidad de transmitir lo que yo sabía. Me parece que la manera de perdurar es a través de las imágenes y de los legados. Entonces me interesaba legar mi conocimiento, mi saber de fotógrafo. Y ahí me di cuenta de que no sabía mucho, prácticamente nada, así que tuve que ponerme a estudiar. Empecé a dedicarme a la docencia, a dar clases, y me gusta mucho hacerlo, y hoy gran parte de mi actividad está concentrada en la enseñanza de Fotografía. Paralelamente con esa idea, de empezar a pensar otro tipo de rumbos, y ya estando un poco cansado de la actualidad en Fotoperiodismo, yo tenía una deuda pendiente para conmigo mismo, vinculada con mis años de la adolescencia y mi época de la facultad y de querer dedicarme a cambiar el mundo, y a la política, Esa deuda era hablar del paso de la dictadura militar. Entonces quería dejar, para mí, un trabajo fotográfico hecho que hablara del período 76-83. No le encontraba mucho la vuelta, me parecía que había ya trabajos hechos, me había inspirado mucho en un trabajo de Julio Pantoja (Tucumán) que se llama “Hijos”, y a partir de eso me quedé pensando mucho, y un día encontré la idea que me interesaba transmitir; que a pesar de todo lo que había pasado, la represión, el secuestro, la tortura y la muerte, no había podido cortarse el vínculo con los bebés secuestrados. Que había unas personas que eran familiares, que por vínculos afectivos, filiales, genéticos, habían trabajado para buscar a esos niños de los cuales tenían prácticamente ningún dato, ninguna información, solamente “que tu hija había dado a luz en un centro clandestino de detención a un bebé y que le habían puesto Raúl”, es una cosa rara. Y con eso empezaron a aparecer chicos. Me parecía que eso era la gran muestra de que no se puede, por más poder que se tenga, dominar todo. Y que el amor y los lazos de sangre permanecen. Entonces pensé que lo mejor era tratar de hacer un trabajo sobre la recuperación de hijos desaparecidos secuestrados durante la dictadura con sus padres. Me puse a trabajar en un proyecto que cambió de nombre con el transcurso del tiempo, y ahora se llama “ADN, Historias de Aparecidos” Es una secuencia de doce retratos, en forma de tríptico, con un texto, una foto que es un retrato del joven desaparecido localizado y la persona que trabajó en la búsqueda, y una tercer parte del tríptico que es una imagen del álbum de familia de los padres secuestrados. Son doce trípticos que ponen de manifiesto de alguna manera, a pesar de que las cosas se pueden poner muy negras y puede haber muy poca luz en el fondo, al final, o en el horizonte, siempre se puede cuando hay perseverancia, constancia y lucha, como en la recuperación de las identidades. Hice ese trabajo y para mí es el trabajo más sólido, más fuerte, que me representa y que más me gusta. Pero también es un trabajo que mostré mucho, donde pude, no como ‘Menonitas’ que no mostré.
También es un trabajo que lo planteo como un trabajo personal cerrado, ya está, ya lo hice, hice lo que quería, mostré lo que quería y estoy conforme, y hay que buscar nuevas cosas. Entonces me puse a trabajar en una idea que tiene que ver quizá con esto de la humanidad, de lo social, y la fotografía documental. Este concepto que tienen generalmente los fotógrafos de miradas documentales acerca de que su fotografía muestra una serie de problemas de la humanidad y que con esas fotografías ellos van a lograr que eso se solucione y que ese problema que están mostrando fotográficamente desaparezca en forma definitiva. Y en verdad eso sucede en muy pocas ocasiones lamentablemente. En general lo que pasa es que la fotografía documental muestra mucho de las miserias de la humanidad, pero esas miserias son inherentes al ser humano, y hay muchas contradicciones en las organizaciones sociales y no terminan de resolverse. Entonces creo que a veces los fotógrafos que piensan que van a cambiar el mundo sacando fotos sobreestiman el valor de la imagen y de su propio trabajo. Y no me parece correcto. Me parece que está bien ubicarlo en el punto justo. El mundo tiene muchas injusticias, si te interesa eso y querés denunciarlas está muy bien, que si tu lenguaje elegido haya sido la fotografía lo hagas con la fotografía, pero que no creas que por eso vas a cambiar vos el mundo. Ese es el concepto. Entonces a partir de eso cerré la idea de un trabajo que se llama “Daguerromiserias”, que habla del concepto de mostrar una miseria humana con el objeto de cambiarla pero que en definitiva no se modifica. Tomé unas fotografías que yo había sacado en el año 2003 en una circunstancia muy particular. No las consideraba muy valiosas, las tenía guardadas dentro de una caja, y a partir de una conferencia de fotoperiodistas me quedé pensando mucho en este concepto que te decía hace un rato y comencé a mirar esas fotos y a pensar qué podía hacer con eso, porque pensaba que en definitiva mostrábamos pero no cambiábamos. Siempre me había impresionado ver los niños que dormían en la calle. Y esas fotos eran de niños que dormían en subterráneos, que había tomado en una etapa de mi vida en la cual pasaba a diario por la estación de subtes de Retiro y por la estación de subtes de Constitución, las dos terminales. Siempre iba con mi cámara, y tomaba fotos de eso, pero nunca me habían parecido fotos muy importantes. Las empecé a mirar, a mostrar, a percibir la reacción de la gente que se quedaba impactada por la dureza y la crudeza de las imágenes.
A mí me gusta en algunas cosas ser poco sutil. No por eso niego la belleza ni la poesía, todo lo contrario. Pero me parece que hay barbaridades que hay que decirlas como son, porque si no, no se toma realmente conciencia. Y esas fotos son duras, son crudas. Pensé en la idea de que desde que existe la fotografía, cuando se inventó el daguerrotipo en 1839, hasta ese momento, los chicos dormían en la calle y los fotógrafos lo han fotografiado desde entonces en todas las etapas de la existencia mecánica y técnica de la fotografía, y los pibes siguen durmiendo en la calle. Entonces dije “es ésto, es un daguerrotipo contemporáneo’”. Como yo no conozco la técnica del daguerrotipo, en ese momento no sabía que se puede hacer, ahora sí sé que se puede hacer un daguerrotipo hoy, pero jamás lo haría porque no tengo paciencia y no me imagino haciendo eso. Me armé una construcción al estilo instalación, de una pieza que sea una representación de lo que antiguamente era el daguerrotipo, con esa caja en terciopelo, el marco repujado en dorado, y la imagen adentro: la imagen que yo había tomado en las estaciones de subte. Y ese es un trabajo de diez piezas que llamé Daguerromiserias. Y es el que estoy promoviendo y mostrando ahora.


Sobre el autor:

Martín Acosta es fotógrafo, editor, curador y docente independiente. Nació en Buenos Aires en 1960, donde vive y trabaja en la actualidad. Estudió la Licenciatura de Historia en la UNR. Está representado por la Agencia Archivo Latino y es convocado por la agencia Reuters. Se inició en la fotografía en 1979 en la rama publicitaria y se dedica al fotoperiodismo desde 1985. Trabajó en la Agencia NA, El diario Sur, Clarín, La Nación, Página 12. La revista El Gráfico y Noticias, entre otros medios.
Desarrolla una intensa actividad docente a través de cursos talleres y conferencias. Director y fundador de los GEI. Docente en Argraescuela y Director de la misma entre 2006/2012. Perfeccionó sus conocimientos con Sabastiao Salgado, ABBAS, Fred Ritchin, Christian Caujolle, Katty Ryan, Ernesto Bazán y Patricia Mendoza. Ha sido becario del Fondo Nacional de las Artes y de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. Sus trabajos han sido exhibidos en Argentina y en el exterior. Ganador del Premio SIP, La Nación, ADEPA entre otros. Es autor del libro independiente “ADN, historias de aparecidos”.
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Sobre la entrevistadora:

retratoGisela Ardit - Rosario (Santa Fe): Comenzó su formación como fotógrafa en el año 2010, y desde entonces nunca se detuvo, asistiendo permanentemente a cursos, talleres y seminarios relacionados con las distintas áreas y técnicas de fotografía en diversas instituciones de la ciudad de Rosario. Con su obra artística fotográfica ha participado en muestras individuales, grupales y colectivas en galerías de arte, centros culturales y museos de Rosario, Baigorria, Bs. As. Organizó y realizó la coordinación general de las Primeras Jornadas fotográficas “Rosariobtura”, que se llevaron a cabo en el 2014 y 2015 en la ciudad de Rosario. Trabaja como fotógrafa y maquilladora freelance, y está incursionando en la docencia, enseñando fotografía básica y automaquillaje.
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