Retrato Eduardo

EDUARDO LONGONI, Argentina
por Albertina Palacio - Mayo 2014

Mi fotografía ya no es más una fotografía militante y de lucha como lo fue durante la dictadura y contra el poder militar.
Ahora es una fotografía más liberada y cómo fotógrafo me gusta poder decir lo que siento en cada momento.


Tuve la suerte de entrevistar a Eduardo en dos oportunidades. Si bien no muy lejanas en el tiempo, sí en contextos y estados de ánimo antagónicos. Una maravillosa historia de vida, que se torna aún más maravillosa cuando se la aborda desde diferentes perspectivas.
El primer encuentro fue en Bariloche, pleno otoño. Recorrimos la ciudad como viejos y grandes amigos hasta llegar a una típica confitería de montaña. La segunda oportunidad, tuvo lugar en el árido cemento de la Capital Federal durante el caluroso mes de noviembre.
La mayor sorpresa fue la naturalidad de las entrevistas que sin siquiera pensarlo se tornaron en amigables charlas empapadas de calidéz humana. Horas conversando sobre su mundo; ese mundo donde hay lugar para recorridos, pasiones, depresiones, comienzos y nuevos proyectos. Después de nuestro primer encuentro donde Eduardo me había contado que no estaba fotografiando, lo volví a ver y así comenzó nuestra charla.

¿Seguís sin fotografiar? ¿Es por falta de inspiración o por falta de ganas?

A principio de año (2014) o cuando estaba en Bariloche me angustiaba no fotografiar porque para mí el placer máximo en la vida es fotografiar. Cuando estoy fotografiando un tema que me gusta, es cómo que me pierdo y eso no lo logro con otra actividad. Mi sensación en un primer momento, cuando empecé a notar que no estaba fotografiando, que no estaba con ningún proyecto, fue mirar todos mis libros y me dije: “Tal vez no tengo nada más para decir”. A veces uno no tiene nada más para decir. Y punto.
Igual me parece que el 2013 fue un momento de ruptura muy fuerte: publicar un libro (Destiempos), separarme de mi novia, irme de Viva (la revista dominical del diario Clarín), fue todo junto. En unos meses pasó todo. Y además Destiempos fue el primer libro que encontró un editor rápidamente (Ediciones Lariviere). Muchas veces yo tengo un proyecto que está en la computadora y empiezo a trabajar en otro y esta vez yo no había empezado a trabajar en otro cuando encontré el editor de Destiempos. Yo que sé. Me quedé cómo medio vacío. Estuve dos o tres meses súper deprimido. Después lo fui superando.

¿Cuáles son tus proyectos actuales?

Ahora estoy trabajando con un historiador mexicano (Alberto del Castillo) que se especializó en fotografía documental en México. Vino a hacer un trabajo acá, entusiasmado por la fotografía documental argentina. Eligió cuatro o cinco fotógrafos y yo estaba entre ellos. Entonces empezamos a encontrarnos para charlar. Y ahora como pegamos onda y ya vamos por la sexta entrevista, el otro día me dijo que va a publicar lo que vino a hacer pero también va a escribir un libro sobre mi fotografía. Y eso me obligó un poco a volver a mirar mis libros, volver a darle una repasada a mis publicaciones. Una de las cosas que descubro es que yo tenía todas mis publicaciones guardadas pero nunca las había digitalizado.
El otro día se cumplieron 35 años de mi primera nota como fotógrafo. Y como Alberto del Castillo me mostró sus libros, lo que él estaba haciendo con otros colegas, yo estaba un fin de semana en casa y me puse a digitalizar mis publicaciones de años. Empecé a recopilar, a mirar y claro te abre una perspectiva distinta. Entre otras cosas empecé a valorizar mi relación con Clarín por ejemplo. Porque siempre puteo un poco contra Clarín, pero bueno. Hay un montón de cuestiones que no me gustan del diario, de ciertos tratamientos de situaciones personales pero por otro lado también me ha servido mucho para que se vieran mis imágenes, para publicar en un medio que se ve mucho. Empecé a descubrir cierta cooperación entre Clarín y yo. Por ejemplo mi último trabajo sobre el Gauchito Gil, lo fuí a hacer para Viva y después terminó siendo un ebook junto a un trabajo de Jorge Piccini (Bariloche). Mi reportaje de los menonitas está publicado en Clarín como adelanto del libro Destiempos. Antes también había publicado el trabajo del carnaval de Humahuaca. Me gusta publicar, previo a la salida de mis libros, algunos trabajos para que empiecen a hacerse conocidos y tengan cierta difusión. A las fotografías hay que hacerlas circular. Tengo una publicación de fotos de Sábato en la revista VIVA de 1994 y es previa al libro que hice con el escritor.
Estuvo bien esa relación de “usarse” mutuamente con Clarín. O sea, yo no estoy muy contento con la tarea que hago actualmente en el diario, podría hacer otras cosas pero reconozco que forma parte del trato de las empresas, las internas políticas de los grandes diarios. Yo lo acepto desde que laburo en una empresa importante y sé que es así. Pero por otro lado a mí me sirvió mucho para hacer visibles mis fotos. El suplemento de 25 años de Democracia y el de Malvinas son dos trabajos que tuvieron una trascendencia enorme y son súper interesantes y súper profesionales y los dos fueron ideas mías. Y sin el apoyo del diario no lo hubiera podido hacer. Además hay algunas fotos que yo soy consciente que las pude hacer porque estaba en Clarín. No voy a llamar a Menem, para el suple de Democracia y le voy a decir: “Mi idea es hacer una foto suya en La plaza de Mayo” porque me va a decir ¿Y vos quién sos?

¿Y sentís que te pasa al revés? ¿Qué te perdés cosas por estar en Clarín?

Supongo que debe pasar. Ahora como no estoy tanto en la calle, no lo sé. Pero algo que sí ocurre es que Clarín en un momento era el sinónimo de un periodismo prestigioso y ahora no sé si lo es tanto. Supongo que para alguna gente lo debe seguir siendo y para otra gente, todo lo contrario. A partir de la lucha frontal con el gobierno. Estos últimos años, son años que yo no estuve en la calle para el diario. Estuve en la calle haciendo mis trabajos pero estaba alejado de la cuestión política y social. Yo hace años que no voy a una manifestación. Por lo que escucho de los fotógrafos de Clarín hay una cuestión más complicada. Algunas puertas se deben cerrar, otras se deben abrir.
Esto no había pasado en otros momentos. En otros momentos más allá de la postura de cualquier gobierno si trabajabas en Clarín se te abrían todas las puertas.

¿Y qué otra cosa estás haciendo además de la revisión?

Estoy escribiendo sobre mis fotos más conocidas. De cómo fueron hechas, dónde, en qué contexto. Una historia del revés de la trama de cada una de esas fotos. Estoy laburando en eso hace seis meses. Con un poco de dificultad porque lo mío no es escribir, es fotografiar. Pero siempre me gustó un poco la escritura. Hay dos amigos que me están ayudando, que me corrigen. La idea es hacer un libro con esas 30 fotos y esos textos. Ahora entendí que va a resultar más potente contar no solamente la cuestión específica de la foto sino también lo que estaba pasando en el país, cuál era la situación política y que era lo que estaba haciendo yo. Estoy contando un poco mi historia. Quiero que tenga formato de libro y me parece una idea original. No hay muchas publicaciones de este estilo. Hay mucho material de historiadores o críticos que escriben sobre un fotógrafo o sobre una foto. Pero se escribe desde “afuera”. Distinto es escribir en primera persona de casi toda tu carrera. El proyecto empieza con mi primera foto, y termina con una que hice este año. La foto que hice este año fue cuando Estela de Carlotto presentó a su nieto, fui a hacerla para mí. Y me parece que cierra un poco el círculo de mi temática fotográfica.
Pero en el medio también estoy escribiendo sobre mis fotos menos políticas: las de Sabato, sobre los Cartujos, sobre una foto que me gusta mucho de Charly García y Mercedes Sosa, sobre distintos temas. Pero bueno el libro cerraría con una foto que simboliza las luchas políticas que yo fotografié desde joven. Cuando me enteré de la presentación del nieto de Carlotto me enteré tarde y obvio llegué tarde!, en el texto cuento toda la historia, la adrenalina de cruzar toda la ciudad porque estaba llegando tarde. Y la foto que hice. Solo tomé dos fotos y se terminó la conferencia. Pero es una foto que me encanta y por otro lado, si se imprime el libro, será la primera vez que se publica porque está inédita. No la hice para el diario.

¿Qué espacio ocupás en Clarín ahora que no estás en Viva?

Ahora en el diario ni siquiera lo cuento porque estoy ahí como subsistiendo. Voy todos los días pero desde que me fui de Viva es un trabajo como en una etapa muerta dentro del diario. Que me sirve como sueldo y me permite seguir con mis proyectos personales. La verdad que hace mucho que yo sigo con mis proyectos, independientemente del diario.
En una época el diario fue “Mi proyecto profesional”. Ahora no lo es, claramente no lo es. Mi proyecto profesional esta fuera del diario. Ahora estoy en Pymes que es una revista de negocios. Y en Ollas y Sartenes, otro suplemento que dirige una amiga mía y me pidió que trabaje con ella.

¿Va cambiando tu punto de vista durante tu paso por Clarín?

Yo comienzo a fotografiar en 1979 (en Noticias Argentinas) tomando partido contra la dictadura, para mí la fotografía era en aquellos tiempos una militancia política por otros medios. Y esa manera de fotografiar termina para mí, casualmente, unos días antes de entrar a trabajar en Clarín. Cuando se produce el último alzamiento carapintada el 3 de diciembre de 1990, y la democracia parece definitivamente consolidada. Durante todo ese período (1979-1990) yo siento que mis fotos participan de una lucha frontal contra la dictadura y durante todo el gobierno de Alfonsín, en medio de planteos militares y alzamientos carapintadas, que amenazan la democracia, yo siento que hay un poder militar que aún es muy fuerte. Y mi fotografía sigue siendo, sin duda, una fotografía militante. A partir de fines del año 1990, me parece que comienzo a fotografiar desde otro punto de vista. Y entonces empiezo a explorar temas donde ya no soy un militante político con una cámara. Inclusive cuando fotografío la caída de De La Rúa en el 2001, que termina siendo la tapa de mi libro “Violencias”, (la foto de la Madre de Plaza de Mayo entre los gases) no hay una cuestión militante. Es cierto que la gente sale a la calle porque el gobierno de De la Rúa había hecho cosas horribles.
Pero tampoco es una victoria política que la gente salga a la calle a voltear un gobierno constitucional. En realidad era una cuestión de pérdida por dónde lo mires. Una tragedia política. No había nada que festejar. Una cosa era la caída del ministro de economía, Cavallo, que era re anti-popular y otra la caída de todo un gobierno elegido en elecciones democráticas. Por eso cuando yo entro a Clarín me suelto y me digo: “Mi fotografía ya no es más una fotografía militante y de lucha como lo fue durante la dictadura y contra el poder militar. Ahora es una fotografía más liberada y cómo fotógrafo me gusta poder decir lo que siento en cada momento.”. Y empiezo a fotografiar a Sábato, a Benedetti, a Buenos Aires, la Patagonia o los reportajes de Destiempos que están en todo caso muy alejados de lo que es mi fotografía militante. Este cambio de etapa lo fuí descubriendo en estos tiempos.
Por eso cuando me preguntan “¿No te gustaría ir a una guerra?” digo no!, yo no voy a ir a una guerra en la cuál no sé de qué lado estar. ¿Qué voy a hacer en Siria? ¿Quiénes son mejores? No sé quiénes son los buenos y quienes los malos. Robert Doisneau, salvando todas las distancias, decía que él cuando fotografiaba afuera de París, se sentía un turista y que solo podía fotografiar a la gente que conocía, que eran los vecinos de su ciudad. Y a mí me pasa lo mismo con Argentina. Me interesa mucho fotografiar lo que pasa en la Argentina. Desde la violencia política hasta los cartujos pero los que viven en Argentina. En algún momento pensé que mi fotografía era casi un gigantesco reportaje a la Argentina.

¿Cómo comenzaste en la fotografía?

Cuando salí de la colimba tenía 19 años y empecé a estudiar historia. Me quería ir de la casa de mis viejos, que era una casa con mucha gente. Vivía mi mamá, mi papá, mi tía, mi tío, mi prima, mi abuela y tenían una habitación que alquilaban a una viejita que se llamaba Virginia, que oficiaba como otra abuela. Así que era una especie de conventillo. Y yo nunca tuve habitación en mi casa, entonces dormía en un pasillo. Había hecho una colimba complicada. Había estado en la frontera con Chile durante el conflicto del Beagle en el año 78. No había habido guerra casi de casualidad pero yo sentía que había ido a la guerra. Y la verdad que no resistía más vivir en la casa de mis viejos y además mi tía que era una obsesiva de la limpieza pasaba la aspiradora a las siete de la mañana y la pasaba por abajo del sofá dónde yo dormía. Así que lo único que quería era irme. Pero no sabía hacer nada. No quería trabajar de cadete o en un bar. Entonces yo tenía una cámara Olympus OM-1 con un una lente normal. Y ahí estaba la cámara y yo dije: “Voy a ir a pedir trabajo como fotógrafo”. Un caradura, porque yo no tenía la menor idea. Entonces no sé porque razón había una guía de medios en mi casa. Direcciones de radios, agencias, diarios. Yo vi que había una agencia de noticias, que no sabía ni que era, que quedaba a cuatro cuadras de mi casa. Y me mandé, fui, golpeé la puerta, y me atendió un tipo que se llamaba Miguel Ángel Cuarterolo que era el editor de fotografía de Noticias Argentinas. Le dije: “Yo soy fotógrafo, y quiero pedir trabajo”. El tipo se apiado de mí. Me dijo: “Vení mañana a la mañana y yo le voy a decir a los fotógrafos así salís con ellos y vas practicando” y me dió un rollito de película blanco y negro. Yo lo puse en mi cámara, me fui a la facultad y al otro día fui con mi Olympus y un normal, no tenía ni flash, no tenía nada! Llegué y había tres fotógrafos. Me miraron y les conté. Se ve que Cuarterolo se había olvidado de decirles, entonces cuando salió el primero y le pregunté si lo podía acompañar, me dijo que no. No quisieron compañia ninguno de los tres. Se querían ir solos. Me quedé solo. Y me quedé leyendo mis apuntes de la facultad y en eso aparece un tipo, parecía como un dibujito animado, casi patinando por el piso, desaforado, gritando: “¿Dónde están los fotógrafos?, ¿y vos quién sos?” Mientras le explicaba quién era vió que tenía una cámara, y ya me subió a un taxi. Yo le pregunte: “¿A dónde vamos?” yo era pibe pero había militado en política y tenía una idea clara de lo que estaba pasando en el país. El tipo me dijo: “Hubo un atentado terrorista contra Alemann”, que era el viceministro de Martínez de Hoz (ministro de economía de la dictadura de Videla).

O sea, el número dos. No lo mataron pero lo balearon y le tiraron dos granadas, hirieron a los choferes y guardaespaldas. Bueno llegamos y era en plena dictadura no había un cordón de la policía, estaba casi la mitad del ejército ahí! Era un quilombo! En el barrio de Belgrano, en Zabala y Cabildo. El auto era un Torino blanco que estaba en el medio de la calle. Yo tenía un normal, y desde lejos el auto parecía una hormiguita a través de mi cámara. Había un montón de fotógrafos, pero todos estaban con grandes teleobjetivos. Y en eso se produce como un revuelo y veo que viene Martínez de Hoz con un montón de custodios que se bajan de un coche. Y yo me pegué a él y me para un oficial del ejército y me dice: “¿Usted a dónde va?” “Yo soy el fotógrafo del primer cuerpo de ejército”. No sé por qué me salió eso. Y el tipo en el medio de la marea, me deja pasar. Bueno hice una foto de al lado del auto. No era ninguna foto maravillosa pero era una foto posible y con el auto baleado en primer plano. Hice dos o tres, o diez fotos, yo que sé. Y se me terminó el rollo y no tenía otro. Mi única precaución fue no salir por el mismo lugar por el que había entrado, no quería encontrarme con el mismo oficial del ejército. Y lo perdí de vista al redactor de la Agencia que me había llevado ahí. Así que me tomé el subte. La ciudad estaba militarizada. Tardé un montón de tiempo. Cuando llegué a Noticias Argentinas estaba Cuarterolo con un ataque de nervios. Porque era como la nota del año y la había ido a hacer un tipo que no sabían quién era. El tipo no sabía ni mi nombre! Me acuerdo que estaba desorbitado. Me decía: “¿Qué pudiste hacer pibe?” Me sacó la cámara, rebobinó el rollo y se puso a revelarlo él. Finalmente había unas fotos correctas. Y no me dieron más bola.
Se concentraron en editar los negativos y empezar a copiar las fotos. Yo miré la hora y se me hacía tarde para una clase. Me fui. Y al otro día iba caminando hacia la Agencia, Noticias Argentinas quedaba en el centro, por la calle Florida y vi los diarios colgados y estaba La Opinión, que en ese momento era uno de los diarios importantes y tenía mi foto. Y yo me preguntaba ¿porque tendrá mi foto? Yo no entendía qué era una agencia. No entendía que las agencias le vendían las fotos a los diarios. Entonces llegué y había algunos fotógrafos y me dijeron: “¿Vos hiciste la foto?, ¿Cómo te llamas?, te felicitamos. Yo me quedé ahí y al mediodía vino Cuarterolo y me llevó a la oficina del director de la agencia que se llamaba Horacio Tato. El tipo me felicitó y me ofreció quedarme a trabajar con ellos.

¿Y te pudiste ir de la casa de tus viejos?

Si, al año y pico pude juntar la plata como para alquilar. Y sí, me alquilé un departamento y me fui. Y dejé de escuchar la aspiradora de mi tía!

O sea que comenzaste con el pié derecho

Si, a mí me costó mucho el camino de la fotografía porque nunca estudié. Ningún taller. Nada. Todos los años, el primer día de clases en los talleres que yo coordino digo: Supongo que habrán venido al taller porque les gustan mis fotos, yo no soy docente y no tengo lagunas, tengo extensos mares en la cuestión fotográfica. A mí me gustan ciertos autores, analizo ciertos autores. Si ustedes traen otros, los vemos, pero no me va a temblar la voz de decir: “a ese fotógrafo no lo conozco, no lo vi nunca”. Yo no estudié fotografía. Yo me hice con los fotógrafos que había en Noticias Argentinas que eran los mejores fotógrafos que había en ese momento en el fotoperiodismo, que eran tipos inquietos, con muy buen ojo. Ellos miraban muchas fotografías y no había muchos libros de fotografía pero los pocos que había yo los miraba. A ellos les encantaba Cartier Bresson, yo no lo entendía a Cartier Bresson, a mí me gustaba más Eugene Smith pero como a ellos les gustaba, el primer libro que me compré fue el de Cartier-Bresson, había que mirarlo! Hoy me parece como La Biblia. Y para mí ese lugar, Noticias Argentinas, fue la escuela. Yo estuve 7 años ahí y fue una súper escuela y Clarín también fue una súper escuela más allá de que cuando yo fui al diario ya fui como sub editor, pero para mí Clarín en los 90 fue una escuela de periodismo. Ir a Viva fue otra escuela. Los lugares de laburo que me tocaron fueron mis escuelas y también lo fueron los libros. Yo tengo una modesta biblioteca de fotografía pero la miro mucho, miro todo el tiempo. Y mucho cine, y mucha literatura.
Hay que mirar mucho para educar la mirada. Yo si tengo alguna crisis con la fotografía, lo que miro es Cartier Bresson y Robert Cappa. Me parece una anécdota divertida la de la primera foto que hice en la Agencia, pero podría haber sido una anécdota que me sacara tempranamente de la fotografía. Lo más lógico es que no hubiera podido hacer nada. ¿Porqué un tipo que era militante político, que la había pasado mal en la dictadura, y hay un atentado de Montoneros va a arriesgar a meterse en el medio de semejante situación?, sólo porque tenía cierto nivel de inconsciencia. Esa que tuvimos siempre los fotógrafos que anduvimos mucho por la calle. Sino tenés ese nivel de inconsciencia, tampoco hubiera ido a La Tablada. ¿Porqué me voy a quedar en el medio de dos bandos que se tiran con cañones y con balas de Fal?.

¿Y ahora al hacer el recuento de tu historia, aparece ese momento de la tablada como un punto importante?

í. Una de las cosas que ayer pensaba cuando estábamos hablando con Alberto, el historiador mexicano, era que en la época de la dictadura hicimos fotos que después se hicieron muy conocidas como la de los militares mirando a cámara o las madres y los caballos o Videla rezando. Esas son fotos que devinieron en símbolos, pero no hay fotos, ni mías ni de nadie, que muestren un secuestro, un centro clandestino de detención. No hay fotos de lo peor de la dictadura en acción, porque la dictadura se encargó de que su siniestro método fuera secreto. Y el otro día pensaba que la foto del guerrillero que se rinde y luego nunca más se sabe de él en La Tablada, es la foto de un desaparecido en el momento preciso en el que va a desaparecer. Porque ésta es la última foto de José Alejandro Díaz y también de Iván Ruiz. Hay 30.000 desaparecidos en la dictadura y cuatro desaparecidos, más Julio López, en democracia.
Y es una extraña paradoja que yo haya fotografiado a dos guerrilleros a punto de desaparecer, pero en democracia. Yo estoy convencido que toda foto importante que vos hacés, suma.
A mí me convocaron a Clarín por lo que fui como fotógrafo en Noticias Argentinas o en mi época de freelance. Y lo que hice en Clarín después desembocó en que me resultara más fácil hacer libros. O hacer libros y mi trabajo en Clarín desembocó en que el año pasado me nombraran Personalidad Destacada de la Cultura. Yo que sé. No sé qué cosa es puntualmente, las cosas se van sumando, vas construyendo tu camino.

¿Y qué otros proyectos llevaste a cabo durante el año?

También empecé a correr! Necesitaba moverme y salirme de cierta inacción. El domingo pasado corrí mi primer maratón de 10 kilómetros y llegué, llegué bien, hasta bajé mi tiempo de entrenamiento! Pero entrené todo el año. Empecé a correr porque no dormía. Y además estoy dando dos talleres de ensayo fotográfico. Los había empezado el año pasado (2013) pero este año fueron anuales, con más gente.
Lo tomé más en serio. A mí la docencia me interesa mucho. Esta docencia. No la docencia del fotoperiodismo que no sé para dónde va. Y le pondría más tiempo. Pero me lleva muchas horas ir al diario y también mis propios proyectos fotográficos. Muchas veces si yo me pienso fuera de la estructura del Clarín, me pienso dando clases a full.

O sea que fue un año muy productivo.

viste que cuando llegás a fin de año empezás a hacer un balance, bueno entonces me digo, en realidad no fue tan malo. En algún momento estaba en una crisis de esas de no saber muy bien para que lado arrancar. Fui intentando salir. En algún momento tuve la sensación del tsunami. Que el mar empieza a entrar y arrasa con todo. Y tiene cierta cosa perversa de la cámara lenta, y te preguntás cuándo se acaba todo este malestar. Y no se acaba rápido. Claro, yo el año pasado estaba híper estresado y a mil. Y estaba tan a mil, con tantas cosas al mismo tiempo, que nunca miré a nadie. No miré lo que pasaba a mí alrededor. Y de repente este año me levantaba y no tenía nada para hacer. Y bueno, tenía esa sensación de un tipo que perdió un montón de cosas que le interesan, y las perdió de golpe. Y un día me levanté y me reté a mí mismo y me dije: “Me voy a poner a recuperar las cosas que tengo ganas de hacer”. Supongo que cuándo entrás en este tipo de tobogán, hay gente que no logra salir porque se deprime o se pega un balazo, pero también puede ocurrir que te sientas más libre para empezar lo que tengas ganas de hacer. La cuestión es que a veces no sabés que es lo que tenés ganas de hacer. Yo lo que me decía es: “Son etapas de resistir y una mañana, sin que te des cuenta, te pasa algo, hacés un clik” En algún momento algo ocurrió y tuve ganas de ir a correr, de ponerme a escribir sobre mis fotos y eso se transformó en un proyecto. Supongo que eso después te va generando la adrenalina de pensar si en algún momento será un libro. Reflexionar sobre mis fotos tiene que ver con la esencia de mi fotografía. Ahora ya no estoy desesperado. Me parece que encontré de nuevo el camino.-



Sobre el autor:

Eduardo vive y trabaja en Buenos Aires. Luego de cursar tres años de Licenciatura en Historia en la UBA, comenzó su actividad profesional como fotógrafo en la Agencia Noticias Argentinas, en la cual llegó a desempeñarse como editor de fotografía.
En 1987 creó su propia Agencia (EPD/PHOTO) realizando coberturas para publicaciones tanto nacionales como extranjeras. Sus fotografías, sobre todo las referidas a la violenta dictadura militar Argentina, han sido expuestas en Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, México, Venezuela, Cuba, EEUU, Francia, España, Italia, Noruega, Suecia, Dinamarca, Bélgica, Egipto, Japón y la ex Unión Soviética. En 1981 fue uno de los fundadores de la exposición El Periodismo Gráfico Argentino, la muestra de mayor prestigio del fotoperiodismo argentino. Sus trabajos han sido galardonados con la Medalla de bronce en el Interpress Photo de Moscú (1985), el segundo premio del Concurso Jóvenes Latinoamericanos organizado por la OEA (1987) y el premio ADEPA (Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas) al mejor trabajo de fotografía de prensa del año (1993).
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Sobre la entrevistadora:

giselleMariana Albertina Palacio nació el 4 de octubre de 1982 en Choele Choel, un pueblo de la provincia de Río Negro, Argentina. Después de pasar toda su infancia y adolescencia, decidió abandonar su lugar natal para comenzar sus estudios universitarios en Buenos Aires. Comenzó la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires. Años más tarde, ingresó en la Escuela de Cine de Eliseo Subiela para estudiar Dirección de Cine.
En 2010, viajó a México con su primer cámara profesional y sin dudas fue revelador. Un país que le ofreció personas y paisajes maravillosos de fotografiar, un viaje que afirmó su deseo de dedicarse a este arte. En 2012, tras un proyecto personal y profesional, partió para Bariloche, provincia de Río Negro, Argentina, donde trabaja como fotógrafa y dicta talleres en la materia.
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