Retrato

ANTONIO BRICEÑO, VENEZUELA
por Verónica Bustillos / Junio 2013

Viajar es una de mis principales fuentes de conocimiento, conexión e inspiración.


¿Cómo llega la fotografía a tu vida?

A mis 8 años me regalaron mi primera camarita, y desde ese entonces yo era el fotógrafo de mi familia. Por otra parte, yo pasaba tiempo enfoncando con mis ojos el dedo pulgar y notaba que el fondo se desenfocaba y viceversa. No sabía qué era enfocar ni por qué ocurría, pero me llamaba mucho la atención.
A mis 14 años tuve en mis manos por primera vez una cámara réflex, de una tía, y quedé aturdido al ver que enfocaba y que, al igual que con mis ojos, al enfocar los objetos cercanos, el fondo se desenfocaba y viceversa. De inmediato decidí tener una y ese fue el regalo de mis 15 años... Ese momento fue decisivo.


¿Qué significa para ti la fotografía?

La fotografía es para mí un campo de expresión. En lo personal la fotografía es un recurso, una herramienta para construir imágenes que tengo por dentro. Recurro a la fotografía como un medio -no como un fin- para la creación de dichas imágenes.


¿Tus estudios en biología, ha influido de alguna manera tu trabajo fotográfico?

Por supuesto. Durante mis estudios la fotografía estaba enfocada esencialmente en los temas ecológicos y ambientales. Sin embargo, con el paso del tiempo y los viajes, mi interés se centró en la gente, en la antropología, la cultura y la psicología. Sin embargo, de tanto en tanto el tema de la naturaleza y el paisaje aparecen como protagonistas en mis imágenes. Pero más allá de eso, mis estudios en Biología han definido significativamente mi manera de enfocar y desarollar un proyecto: desde su concepción e investigación preliminares hasta su producción final, el “método científico” marca en forma indeleble mi trabajo.
Por un lado, las temáticas que me interesan son en muchos casos ecologistas. Me interesa el tema de la naturaleza y el activismo por su conservación. Por otra parte, la manera en que enfrento y desarrollo un proyecto fotográfico son producto directo de mi formación científica. La formación en biología influenció notablemente mi personalidad y todas las cosas que emprendo...


¿En qué momento y cómo fue que te enfocaste en la fotografía antropológica y social?

En 1985, mientras estudiaba Biología, una amiga me llevó a unos caseríos en las montañas del estado Lara, en Venezuela, una zona de agricultores.
Llevaba por primera vez película blanco y negro. Comencé entonces a retratar a la gente y el medio rural. Por primera vez imprimía y copiaba mis propias fotos, en casa, y experimentaba. A partir de ahí, rápidamente, mi interés se fue dejando llevar por los viajes - otra de mis pasiones principales- en los que el factor antropológico y cultural era lo esencial.
A mediados de mi carrera ya me interesaban mucho los temas indígenas, en principio por su relación con la naturaleza. Pero al comenzar a viajar por el interior de mi país, comencé a conocer comunidades rurales y me empezó a interesar más el tema social y antropológico.
En mi caso la vocación por lo social fue creciendo y alimentándose en la medida que fui viajando más, tanto dentro como fuera de Venezuela. Viajar es una de mis principales fuentes de conocimiento, conexión e inspiración.


¿Cómo surgió el proyecto de la serie “Dioses de América”?

Durante varios años, a partir de un primer viaje a la India en 1990, me interesó mucho, aún me interesa el tema de la devoción como cualidad universal del hombre. Entre otras cosas, me causaba mucha fascinación la diversidad y omnipresencia de las imágenes sagradas. Paralelamente, en los últimos años de la década de los 90, había ido creciendo mi interés por la construcción de imágenes nuevas a partir de fotos documentales. Inicialmente a partir de polípticos y collages y, con la llegada de Photoshop, mediante fotomontajes digitales. Llegó entonces el momento de hacer una propuesta iconográfica, imágenes de dioses y demonios de diversas culturas indígenas americanas qué aún mantienen sus tradiciones. Para esa serie, que tardó 7 años, visité 10 culturas de 6 países.
Trabajé con los chamanes, que me indicaban cómo representar a cada uno de estos personajes y qué elementos debía estar incluídos.
Entonces retrataba a las personas que se asemejaran a dichos personajes y construía las imágenes poniéndoles los fondos y elementos que me indicaban. Este proyecto me permitió conocer personajes y parajes asombrosos, constatar la riqueza natural y cultural del continente y vivir en carne propia la diversidad de todo: clima, geografía, estéticas, filosofías, costumbres, alimentos, etc.


¿De qué manera te involucrás con las personas que retratás para captar esa esencia que se percibe en cada uno de tus trabajos?

Generalmente mis proyectos comienzan mucho antes del trabajo de campo. Estudio todo lo que pueda sobre las culturas a las que voy a entrar, para conocer lo más a fondo el tema que me interesa. Trato también de tener contactos en la zona, generalmente colegas biólogos, o antropólogos, que trabajen en la zona. Luego llega el momento de viajar, y la manera de ganarse la confianza de ellos y de cualquier persona del mundo, es con humildad, bajo perfil, entusiasmo por su cultura y deseos explícitos de aprender de ellos.
Trato de vivir en la zona el mayor tiempo posible (que nunca ha pasado de 6 meses) y de participar en todo lo que pueda. Finalmente les mando a todas sus fotos, a través de los contactos que tenga. Ese es un compromiso vital para mí.


¿Cuál ha sido la experiencia más trascendental que te ha dejado la fotografía?

Para mí la fotografía es también un medio de comunicación directa. Yo no soy extrovertido, el contacto con la gente no me resulta del todo espontáneo. La cámara representa para mí un fuerte valor, una manera de acercarme, muy cerca, muy íntimamente, a la gente, de una manera que de otras formas me cuesta más. Por esa razón, la fotografía, en el desarrollo de mis proyectos, constituye un puente fundamental en la conexión con los otros: directamente, con los retratados, e indirectamente, con los espectadores. Ahí está para mí su trascendencia, en mi caso personal.


Contanos acerca de tu último trabajo.

Mi último trabajo expuesto, Las Plañideras, es probablemente el trabajo más personal que he realizado. Surgió a partir de unas situaciones, circunstancias fuertes y dolorosas, unas tomas de Ayahuasca y la ayuda de mi psicoterapueuta. A partir de todo esto me di cuenta de cuánto dolor había reprimido a lo largo de mi vida, cuánto nos cuesta expresar el duelo, cuán olvidadas están las lágrimas. Viajé al norte de Perú y, luego de muchas dificultades, encontré las últimas plañideras que quedan.
Las contraté para llorar por mis dolores e hice una serie de imágenes alegóricas a la represión del dolor, el olvido y, finalmente, la liberación. Mi más reciente trabajo se tituló “omertá petrolera”. La era del silencio, y consistió en una video instalación de 10 monitores en una sala oscura. En cada uno se proyectaba, en loop permanente, el video de una víctima de tortura o uso excesivo de la fuerza por parte de los organismos militares y paramilitares del Gobierno de Venezuela durante los enfrentamientos acaecidos entre febrero y mayo de 2014 en Venezuela, los cuales tuvieron como saldo miles de detenidos, decenas de muertos y varios cientos de casos de tortura, de las cuales no más de 60 fueron denunciadas ante las autoridades, por temor a represalias. Omertá petrolera es un reclamo ante el silencio generalizado de las autoridades nacionales y las instancias internacionales y gobiernos extranjeros.
Ante este silencio impúdico, en mi propuesta las víctimas permanecen sentadas en la oscuridad con una luz baja, vestidas de negro, sin hablar. Sólo miran a la cámara mientras recuerdan y reviven el momento en que fueron vejados, en el silencio que el mundo manifiesta ante estos atropellos. Fue una muestra en la que se exigió silencio absoluto en la sala, para que se sintiera el peso intolerable del silencio ante la vejación ajena.


¿Cómo ves la fotografía en Venezuela?

No soy muy estudioso ni conocedor del tema. Creo que en Venezuela la fotografía siempre ha tenido mucha aceptación y muchos exponentes. Actuamente hay una gran cantidad de escuelas de fotografía y un número importante de artistas jóvenes que se entusiasman por ella.


¿Qué características considerás que debe tener una buena fotografía?

El asunto es que lo que es bueno o no depende de cada persona. Y somos 8.000.000.000. Por lo cuál uno más allá lo que puede llegar es a decir “me gusta” o “no me gusta”, pero no creo que nadie pueda tener la potestad de decir “es buena” o “es mala” sin acotar que es según su punto de vista. En ese sentido, una fotografía es buena si llenó las expectativas de quien la hizo. Esa era su única razón de ser. Lo demás son opiniones..


¿Alguna fotografía o serie que recuerdes de manera especial y por qué?

Me viene a la mente Transmogolian, de Alvaro Laiz; fuerte y hermosa. En realidad bastante asombrosa.


¿Qué consejo le darías a alguien que recién comienza a realizar sus primeras obras?

Que mire para adelante y para atrás, nunca para el lado que se sienta presionado, a tener que seguir o copiar una tendencia fotográfica porque está de moda, aunque esto signifique que no tenga una acogida rápida en el entorno.
Que reflexione acerca de los errores cometidos y que aprenda con esto como debe reinterpretar su obra. Que sea humilde, solidario y que nunca sea egoísta con los conocimientos. Que busque un lenguaje auténtico y no se frustre.


¿Alguna fotografía por hacer?

Muchas, muchísimas, ¡la humanidad es muy vasta y el mundo muy grande!


Nos recomendás a un artista de tu ciudad que todos debieran conocer.

Si, a Jorge Aceituno. Además de ser un excelente fotógrafo, realiza un aporte muy constructivo y emotivo trabajando con personas marginadas socialmente. Tiene una estética muy particular, es un maestro en la dirección de iluminación y es una persona muy generosa con sus conocimientos, siempre está dispuesto ayudar. Es un artista íntegro. Un referente absoluto.


¿Un fotógrafo?

Son muchos los que me gustan... no puedo escoger uno. ¿me aceptas cinco? Erwin Olaf, Pierre & Gilles, Sohei Nishino, Pieter Hugo y Cristina García Rodero... te metí seis, pero ya sabes que un dúo vale por uno.-


Sobre el autor:

Antonio Briceño nació en Caracas, Venezuela; es fotógrafo y licenciado en Biología. Su obra ha trascendido continentes tanto por su trabajo de campo, como su participación en exposiciones y publicaciones en diversos libros, revistas y diarios. Antonio, entre otras, tiene la cualidad de plasmar en la imagen la esencia del lugar y de su gente.
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Sobre la entrevistadora:

retratoVerónica Bustillos es de La Paz, Bolivia. Estudia fotografía desde el 2010, ha participado en varias exposiciones colectivas en distintos museos y centros de arte de su ciudad. Actualmente trabaja como fotógrafa independiente con enfoque en fotografía costumbrista y de naturaleza. Colaboradora en la revista “Bex magazine” y miembro de “Fotógrafos para la conservación – Bolivia”
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