Libro: Charlas con fotógrafos latinoamericanos
144 páginas - 22,5cm x 22,5cm. Ediciones Bex - Producido por Jorge Piccini.
Eduardo Longoni, por Albertina Palacio | Francisco Mata Rosas, por Marta Patricia Montero | Sara Facio, por Giselle Otero | Andy Goldstein, por Giselle Otero | Gaby Messina, por Sol Martí | Daniel Sosa, por Manuela Rodrigues y Júlio Boaventura | Adalberto Roque, por Jorge Piccini | Daniel García, por Alba Piazza | Leonora Vicuña, por Patricio M. Lueiza | Julie Weisz, por Giselle Otero | Iatä Cannabrava, por Manuela Rodrigues y Júlio Boaventura | Julio Pantoja, por Diego Aráoz | Roberto Guidotti, por Carla Marty | Antonio Briceño, por Verónica Bustillos | Héctor López, por Chester Pinto | Armando Zambrana, por Bárbara Siragusa | Martín Acosta, por Gisella Ardit | Julio Larramandi, por Yailín Alfaro Guillén | Federico Bechis, por Albertina Palacio | Zaida Gozález Ríos, por eresa De Jesús Arana
FRANCISCO MATA ROSAS, México
por Martha Patricia Montero - Febrero 2014
Infatigable creador de historias.
Creció con la fotografía como un elemento importante de la vida familiar. Su padre es impresor y tenía el gusto de tomar transparencias, para después de algún convivio proyectarlas como un ritual festivo. Además, recibían la prestigiosa revista Life y su último regalo de Día de Reyes fue una cámara fotográfica, aunque de un modelo diferente al que de niño había pedido. Pese a ello, Francisco Mata Rosas anhelaba ser cronista y emular a José Joaquín Blanco o Carlos Monsiváis, así que estudió Comunicación y buscó hacer su servicio social en una agencia de noticias. Pero la vida le tenía reservada otra historia: sin mucho proponérselo, antes de concluir sus estudios universitarios ya había publicado fotografías en el extinto periódico Novedades y en la revista Foto Zoom. “Digo ahora, entre broma y en serio, que traté de evitarlo pero parece ser que no lo logré, ya estaba marcado y desde el 84, o sea hace 30 años,soy fotógrafo asumido y convencido: hace 30 años que salí del clóset.” Esa confirmación profesional llegaría con la invitación para integrarse como fotógrafo freelance a La Jornada, justo en 1984, año de su fundación. “Para mi La Jornada significa un montón de cosas. Me tocó estar en su momento dorado: era el periódico más importante no sólo de México sino de muchas regiones. Realmente era de vanguardia, un periódico donde el peso de la imagen era tremendo, y esto se lo debemos entre otras personas a Vicente Rojo, quien junto con Carlos Payán y los subdirectores decidieron que el peso de la imagen fuera fundamental. Entonces dialogaban con la información, de una manera muy bonita, el diseño, la caricatura y la fotografía.” Aunque Mata Rosas considera que a la fecha lo único que se mantiene saludable en La Jornada es la caricatura –“el diseño envejeció, y para no calificar la fotografía en la actualidad, simplemente digo que nunca volvió a ser igual”–está consciente que se trataba de un mundo,un país y una Ciudad de México distintos: “Era un momento de efervescencia política, teníamos las guerrillas en Centroamérica, los movimientos sociales muy, muy fuertes en México, el PRI en todo su esplendor, la oposición gestándose de una manera importante, el ingeniero Cárdenas iniciando con todo este movimiento de tendencias democráticas.
Al mismo tiempo, en el periódico, por ser de izquierda, vanguardia, crítico, con un sentido de un periodismo más de autor–más subjetivo y menos objetivo–los reporteros, los columnistas, los caricaturistas, los editores y los fotógrafos, opinábamos, teníamos una postura clara, ideológica, y estábamos en una trinchera. Ese contexto nos generaba contrarios. Uno de ellos evidentemente era Presidencia de la República, donde inclusive no nos dejaban fotografiar actos del presidente por la manera como nos vestíamos. O teníamos problemas con nuestros colegas de otros medios, porque el tratamiento era distinto en cuánto a órdenes de trabajo, condiciones de trabajo, manera de ver, etc. En la foto política, por ejemplo, éramos muy críticos y muy jodones. Estábamos todo el tiempo esperando agarrar en un mal momento a los políticos, y tenías que estar muy informado: si se daban o no un abrazo significaba algo. Tenías que estar atento, saber y preverlo. Sólo lo podíamos hacer gracias a que nosotros teníamos pocas órdenes de trabajo y no teníamos límite en el material. Podíamos estar en una conferencia de prensa desde antes de que llegaran, durante la conferencia y esperar a que terminara, para darte cuenta de estas cosas. Los compañeros tenían un rollo para hacer cinco órdenes al día, llegaban, estaban dos minutos, tiraban tres disparos del personaje del micrófono y se iban. Unos hacían registro y otros teníamos la posibilidad de hacer periodismo. Hablamos de una cantidad de circunstancias que difícilmente se van a repetir”.
Lo que hoy se conoce como “el nuevo fotoperiodismo mexicano” fue impulsado por quienes formaron parte de esa generación. “Hasta la fecha, me sorprende que en ocasiones me sigan invitando a hablar al respecto, cuando ya tiene 22 años que dejé de hacerlo. Me indica que fue algo importante que marcó una manera de hacer periodismo.” Para Paco Mata, una de las muchas virtudes a destacar de La Jornada de esa época “es que decidió que la vida cotidiana debería de ser un género periodístico, con la intención de dar rostro y voz a la gente de la calle.”
¿Cuáles eran o son las posibilidades de salir en los periódicos?
Si eres político o eres deportista o eres del mundo del espectáculo, o la sección de sociales si perteneces a otro grupo económico. A los ciudadanos nos queda la nota roja, nada más, no hay otra opción. Pero para nosotros, la gente del día a día se convirtió en noticia.
Un montón de veces fotografías de vida cotidiana fueron imágenes de primera plana, que rebasaban a toda la información. Al mismo tiempo, fotografiar la ciudad, fotografiar a los personajes de la calle, en mi caso se volvió personal. Hizo que empezara a hacer proyectos que venía desarrollando desde antes, pero que realmente cobran forma durante mi estancia en La Jornada.
Mata Rosas rememora esos días como las cadenas de ADN que en apariencia son paralelas, pero que en realidad se van cruzando.
Aprovechaba el material del periódico, el rollo, las películas, el cuarto oscuro, para hacer mi trabajo y para hacer mis proyectos. Mataba dos pájaros de un tiro. Fotografiaba las fiestas populares de los barrios para mi proyecto y de ahí sacaba fotografías que pasaba al periódico.
Muchas de mis fotos que ahora son muy reconocidas, como por ejemplo el gordo tirándose un clavado o la muerte saliendo del metro, originalmente se publicaron en La Jornada, pero en realidad formaban parte de mis proyectos de Sábado de Gloria y México Tenochtitlán. Traté de llevar esa doble vida durante un tiempo, hasta que siento que mis necesidades de expresión y mis necesidades profesionales ya no cabían en el periódico, además de que éste estaba empezando a cambiar, y decido que es el momento de hacerme a un lado.
Durante unos años más, Francisco Mata Rosas continúa vinculado al fotoperiodismo freelance, sobre todo para periódicos extranjeros, como el New York Times y Los Angeles Times, para los que cubre los inicios del zapatismo. Es hasta finales de los noventa que se dedica de tiempo completo a sus proyectos personales, a los que él llama “investigaciones fotográficas de largo plazo”, de las que han surgido a la fecha siete libros y numerosas exposiciones.” Otra vertiente que define la esencia de Mata Rosas es la académica. Antes de ingresar a La Jornada impartió clases de fotografía en la Universidad Autónoma Xochimilco. Un año que le bastó para darse cuenta que también es una faceta que le entusiasma y que ahora retoma con nuevos bríos.
Después de 25 años me invitan a la universidad a dar clases otra vez y la verdad es que estoy muy contento, me gusta muchísimo. No sólo por el hecho de dar clases sino a lo que te obliga el dar clases. Como profesor titular investigador forzosamente tengo que generar investigación y tengo que generar reflexión y teoría, pero aún fuera del ámbito de la universidad siempre me interesó.
Para mi la fotografía siempre ha sido un pretexto para muchas cosas: para experimentar, para investigar, y el principal de todos, un vehículo para satisfacer mi curiosidad. Esos son como los tres grandes motores que me mueven
Para este fotógrafo incansable, que recorre el país lo mismo para ahondar en sus proyectos que para dar talleres temáticos intensivos (Autorretrato, Mis otros yo, Tú, yo y los otros, El amor mata...)
Lo verdaderamente importante es todo el camino que tienes que recorrer, la gente que tienes que conocer, las experiencias que vives, el uso de tus habilidades, el uso de tus sentidos, tu instinto, la información que tienes que recopilar, tus pensamientos, tu soledad, todo eso te lleva al momento de tomar una fotografía... Pero ese momento es absolutamente vulnerable, porque muchas veces me pasó que yo colocaba o coloco mal el rollo en la cámara y disparas y disparas y disparas y el rollo nunca avanzó. O regresas con tu tarjeta de video y se traba o no reconoce el archivo, o uno de los x errores que hay, pero las fotos las viste de todas maneras.
Por eso digo que el acto fotográfico es vulnerable. Tanto, que ha habido muchas ocasiones donde yo estoy en alguna situación que es tan intensa, que la experiencia que estoy viviendo es tan poderosa, que prefiero no tomar fotografías porque sé que a final de cuentas es un medio muy limitado y no va a poder transmitir todo lo que estoy viviendo y sintiendo. Prefiero experimentarlo, con la certeza de que vivir cabalmente y conscientemente ese momento me hace mejor persona, y por lo tanto me hace mejor fotógrafo, y que en otro momento y en otra circunstancia esa experiencia sale, en otra forma, en otro contexto, con otro sentido, pero sale después.
Con esa claridad que le otorga una reflexión de años en torno a la fotografía, Mata Rosas profundiza
El acto de fotografiar no es neutral, no es objetivo ni es misterioso, responde a quienes somos: en qué barrio creciste, con quién estás casado o quién es tu pareja o cuáles son tus divorcios, qué libros has leído, qué películas has visto, qué música escuchas, cuál es tu tendencia política, cuál es tu preferencia sexual, cuál es tu ideología, cuál es tu religión y hasta el humor del día. Todo eso hace que veas de una manera o de otra.
Hay por ahí una teoría que es interesante, que dice que toda fotografía es autorretrato a final de cuentas, porque todo lo que estamos fotografiando es quienes somos. Además, te enfrentas a un hecho que llamamos la realidad y la tienes que interpretar y traducir, según tus herramientas y según tus parámetros. Eso es a lo que llamamos punto de vista, que no es otra cosa que tu opinión sobre las cosas. Al hacer una fotografía lo que estoy haciendo es decir “esto es lo que yo pienso, esto es lo que yo opino, esto es lo que yo vi, esto es lo que yo siento’”, que es un planteamiento radicalmente distinto al que prevalecía en las primeras dos terceras partes del siglo XX. Hoy, el fotógrafo tiene que aprender a construir su punto de vista y tiene que aprender a detectar su distancia, eso es fundamental. Si estás demasiado adentro ya no ves, si estás demasiado lejos no ves. Si estás tan adentro formás partes de lo que estás fotografiando, si estás tan alejado no tienes nada que ver con lo que estás fotografiando. ¿Cómo encontrar esa distancia? Por supuesto no se mide en metros, es una cuestión emocional. Exactamente igual que un juego de parque, tienes que saber cuando bajarte, como subirte, sentir que es estar adentro, pero también sentir que es estar afuera y verlo. Tiene mucho que ver con esto...
Casi inmediatamente, Mata Rosas aclara
Esto no quiere decir que no exista lo otro, el azar, momentos únicos e irrepetibles que a uno le toca testificar y hay que tener la capacidad de capturarlos y traducirlos. Pero a mí me resulta mucho más interesante la otra parte, no hacer la fotografía como un acto mecánico sino entenderla como un proceso creativo que requiere de reflexión, que requiere de toma de postura, que requiere de habilidades, por supuesto, pero que sobre todo requiere de tener algo que decir, requiere de tener un punto de vista, requiere una opinión sobre las cosas y ganas de compartir esa opinión, ganas de decir esto es lo que yo pienso y ahora, qué piensan ustedes, y entonces establecer diálogos.
A partir de todo esto es donde me interesa leer y escribir sobre el acto fotográfico, leer y escribir sobre la circulación de las imágenes, leer y escribir sobre el consumo de las imágenes... Porque lo que yo mencionaba, de que cuando disparas sale todo lo que eres, sucede exactamente igual cuando vemos una fotografía. Cada uno la leemos según todo ese background que tenemos, según toda esa cultura, entendida no como la alta cultura sino como acumulación de experiencias e información. Por eso es que me interesa tanto la reflexión en la imagen.
También tiene muy claro que, para él, su trabajo fotográfico constituye una manera de contar historias.
Todas las narrativas son importantes, yo soy un fanático de los poemínimos de David Huerta, por ejemplo, pero también adoro las novelas de Dostoievski. Me encanta el cortometraje, coordino un festival de cineminuto en la UAM, pero amo las películas de Lars Von Triers. Lo mismo me pasa con la narrativa fotográfica. Me encanta la fotografía aislada, pero creo que esa manera de hacer fotografías es muy del siglo XX y ya no funciona. Considero que ahora, la fotografía misma como lenguaje, como medio, te exige narrativas más complicadas y mayores, y ahí es donde yo me siento muy a gusto, dedicando muchos años, mucho tiempo, mucha talacha, a estar investigando, a estar produciendo, a ir construyendo la primera etapa, que es la toma de fotografías, porque después la segunda etapa, que es darle forma, editar, decidir cuáles fotografías funcionan y cuáles no, si se hace un libro o una exposición o una página Web, es otra labor gigantesca.
Para mi libro México Tenochtitlán ese proceso me llevó tres años, por ejemplo. En mi proyecto de Cuba llevo dos años atorado en la edición y todavía no logro sacarlo. En fin, es otra parte que es muy complicada. Ahora, ese es mi método de trabajo, porque siempre pienso que puede haber una mejor manera de hacerlo. Mientras tengo los proyectos abiertos creo que hay otros ángulos, otras maneras de verlos que todavía no he encontrado.
Esa primera etapa, que Mata Rosas define como “la exploración”, implica para él una inversión considerable de tiempo.
Mi libro de México Tenochtitlán me llevó 15 años. Mi libro del Metro tiene fotografías de un período de 20 años. Como parte de esa exploración me pasó que llevaba tres años fotografiando en Cuba, y de repente, en un primer corte, me dí cuenta que no servía el material. Estaba haciendo fotos lindas pero no estaba diciendo realmente nada. Son procesos muy largos. Considero que se necesita mucha disciplina para arrancar un proyecto, pero necesitas cinco veces más disciplina para cerrarlo. Y a mi me cuesta mucho eso, cerrarlo, porque siento que soy inseguro, que le falta, que el ángulo no es bueno. Y de todas maneras, cuando hago acopio de esa disciplina por cinco, cierro el proyecto, hago el libro y digo chin, pude haberlo hecho de otra manera. De hecho, si ahorita tuviera oportunidad de reeditar todos mis libros los haría de otra manera.
O si tuviera la oportunidad de volver a fotografiar Tepito o México Tenochtitlán, los fotografiaría de otra manera, agregaría otras cosas. Me imagino que es natural, no lo sé. Por eso a mi me gusta cuando García Márquez dice que él jamás lee sus libros, por lo mismo. A lo mejor se siente rico, pero a mi nunca me ha sucedido que diga ya llegué, ahí está. Esa sensación no la tengo.
El proyecto actual de Francisco Mata Rosas es “La Línea”, una honda exploración sobre los personajes y las situaciones que ocurren en ese espacio límbico que es la frontera norte de México, esa línea colindante con Estados Unidos.
Ahí hago acopio de todo lo que está a mi alcance: fotografío en película, en formato medio, fotografío con el iPhone, uso cámaras de cine súper 8, hago video, hago foto, utilizo cámaras panorámicas, en fin. El formato de salida que le quiero dar es un documental interactivo en línea. Todavía no sé si voy a hacer un libro. A mi me gusta estar permanentemente en esta exploración y experimentación. Me deslumbran muchísimo las nuevas formas de contar historias. Porque para mi, a final de cuentas todo se resume a eso. Desde la época de las cavernas, desde las pinturas en Altamira hasta el último tuit, a final de cuentas la pulsión sigue siendo la misma: contar mi historia. Me puedo imaginar perfectamente en torno a una fogata, en los principios de la humanidad, contando cómo fue la caza del mamut del día o qué pasó con el eclipse, lo que sea. Exactamente lo que hacemos en Facebook todos los días, pasando por todo lo demás: el cine, la literatura, el teatro, la fotografía, la escultura... Todos tenemos una necesidad tremenda, primero, de contar nuestra historia, y segundo, de escuchar las historias de los demás, eso no ha cambiado. Lo interesante es que estamos en un momento donde existen más herramientas para hacerlo, lo que exige dos cosas: uno, tener más habilidades y dos, tener cosas más interesantes que contar. Ahí es donde a mi me emociona mucho mantenerme en la investigación y en la reflexión.
En la obra personal de Mata hay temáticas constantes, como las situaciones límite–la frontera, el litoral de México, el subsuelo...– y la cultura popular urbana
Siento que la clase media en general, en este siglo XXI, estamos homogenizando todo. La experiencia de viajar antes era muy rica porque te permitía ver un montón de cosas diferentes. Ahora, hablando del ámbito eminentemente urbano, cuando recorres distintas ciudades, puedes ir a Saltillo, a Mérida, a Veracruz, a Monterrey... y te vas a encontrar con las mismas cadenas de cines, con las mismas tiendas que venden la misma ropa, con las mismas cadenas de restaurantes viendo la misma televisión y más o menos con los mismos intereses, leyendo los mismos libros, viendo las mismas películas, escuchando la misma música. Como que estamos homogeneizándolo todo, cada vez queremos parecernos más unos a otros, a eso tal vez es a lo que le llamamos globalización. Ante eso, a mi me parece que es en los barrios, en las zonas limítrofes, en las comunidades indígenas, donde todavía se mantiene lo diferente, donde todavía se da valor a lo singular, donde todavía es importante la trascendencia de lo comunitario a partir de lo individual. Ahí es donde yo puedo ubicar más o menos qué pasa con mis temas.
Pero hay otra teoría que me gusta mucho, que dice que los fotógrafos perdemos mucho tiempo buscando nuestros temas y no nos damos cuenta que ya los traemos, y que lo verdaderamente complicado es sacarlos. Casi simpatizo con esa manera de explicarlo, porque tiene que ver con tu infancia, con tus preocupaciones, con lo que te inquieta, con lo que te irrita, con lo que te emociona, con lo que te pone la piel chinita, con lo que te hace reír, con lo que te hace llorar, con eso tienen que ver los temas. Eso nos llevaría a una conclusión casi lógica de que los temas te escogen a ti,
pero yo creo que no, creo que es un amor de ida y vuelta.
No hay duda de que, además, Francisco Mata Rosas posee una sensibilidad social que le posibilita crear empatías con los personajes y las situaciones que son de su interés, logrando miradas más próximas y humanas
Sí, definitivamente hay una empatía, pero por otro lado me gusta mucho hablar con la gente y verla a los ojos. Alguna vez alguien definía mi trabajo, y me gustó muchísimo, diciendo que fotografío a bayoneta calada. Tiene razón, no uso telefotos, mi trabajo es con lentes normales o grandes angulares o pequeñitos telefotos para una cuestión de formato. Me gusta fotografiar de frente, viendo a la gente, hablando con la gente, oliendo a la gente. En la frontera me pasa que después de la fotografía es abrazo y gracias carnal, me dicen a mi, no yo a ellos. Es sensacional y me hace sentir muy a gusto. Obviamente es cíclico.
Me pasaba mucho en el proyecto de La Habana. Llegaba emocionadísimo a fotografiar y a los 10 días estaba harto, regresaba, y al segundo día de regresar ya quería estar en La Habana otra vez. También parte de lo que me hace ser fotógrafo y hacer todo esto, y que es algo que me sale bien, es regresar. Constantemente me estoy yendo, pero siempre estoy regresando. Y ese regresar es bien satisfactorio, porque evidentemente es tocar tierra, es saber de dónde eres, a qué perteneces...
Aquí Mata medita y continúa
Regresar no sólo me hace reflexionar. Parte de la distancia, la tranquilidad o angustia, entre comillas, que necesitas para fotografiar, a mi me la da mi ámbito familiar, definitivamente. Es mi fortaleza, es mi guarida y es mi motor al mismo tiempo, porque sino para mi sería muy complicado.
Hay fotógrafos que el 100% de su vida es la fotografía, en mi caso no. En mi caso todo esto forma parte de mi vida: mi labor como docente, mi labor como fotógrafo, mi vida personal, mi vida en pareja, mi vida como padre, todo forma parte de lo mismo. Todo es lo que me conforma como persona y ninguna es más importante que otra, simplemente ahí están y se alimentan unas con otras. Por eso para mí es tan importante y me sale muy bien regresar.
Por último, Francisco Mata Rosas comparte cuáles son, de su trabajo personal, sus seis fotografías favoritas:
La muerte saliendo del metro y el clavado del gordo... De las recientes hay una foto que me gusta muchísimo, que creo que ha marcado mi trabajo últimamente, que es la foto de la pareja en la frontera, donde la mujer está abrazando al hombre. Otra foto que pondría yo en esta categoría es una chica, que es una quinceañera, sentada delante de un auto en una foto panorámica de La Habana. Probablemente la quinta foto sería la de la pareja dándose un beso en el metro, y por último el retrato de Reina Guadalupe, uno de los personajes de Tepito. Esas serían mis favoritas y traté de escoger de ámbitos distintos.
Sobre el autor:
Es uno de los exponentes más reconocidos de la fotografía contemporánea. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco 1979-1983. Y la Maestría en Artes Visuales en la UNAM. Se desempeñó como fotoperiodista en el diario La Jornada de México, 1986-1992. Su trabajo fotográfico se ha publicado en varios de los principales periódicos y revistas de Estados Unidos, España, Canadá, Italia, Francia, Inglaterra y México. Sus fotografías han sido expuestas en: México, Holanda, Alemania, Italia, España, Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Escocia, Japón, Argentina, Brasil, Panamá, Uruguay, Ecuador, Perú, Honduras, Cuba y Costa Rica, por mencionar sólo algunos espacios.
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Sobre la entrevistadora:
Martha Patricia Montero estudió comunicación en la UAM-X, donde tuvo como maestro de fotografía a Francisco Mata Rosas, quien con esa generación se estrenaba en el ámbito académico a la par de ejercer como fotoperiodista. Se ha abocado a emprender proyectos de carácter cultural y además realiza documentales, libros, portales digitales y reportajes. En paralelo, desde el 2009 dirige el proyecto de rescate y difusión del Archivo Fotográfico de Tomás Montero Torres,
(archivotomasmontero.org). Escribe cuento y poesía erótica. Su conversación con Paco Mata es reflejo de una amistad que continúa desde la admiración por el trabajo y el compromiso del fotógrafo.
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