Andy Goldstein

ANDY GOLDSTEIN, Argentina
por Giselle Otero - Febrero 2014

Una foto es una construcción que está montada en partes iguales entre el campo real y el campo imaginario. Los conocimientos, sensaciones, pesares y alegrías que uno tiene influyen y funcionan como un disparador de asuntos que suele ser difícil de explicar pero que una buena fotografía está expresando metafóricamente.


¿Cuál fue tu primer contacto con la Fotografía?

Nací en el seno de una familia de ópticos. Mi abuelo, mi padre eran ópticos y mi hermano continuó la tradición. Mi padre tenía su negocio en el barrio de Villa del Parque donde además de anteojos se vendían artículos de fotografía, cámaras, rollos, etc., algo muy común en aquella época (años 50’). Desde muy chiquito yo los acompañaba, pues sentía una especial fascinación por todo aquello, era mi “diversión”. Entonces, comencé a ayudar teniendo apenas 10 años. Mi papá, mitad en broma, mitad en serio, me iba asignando “responsabilidades” a medida que yo crecía: encargado de vender rollitos fotográficos, encargado de cargar las cámaras y, finalmente, un día mi padre me dio una tarea que marcaría mi vida: me nombró “el encargado de enseñar a los clientes a usar las cámaras”. Se trataba de cámaras muy sencillas, las “Kodak a cajón” o las nacionales “Rex de Lujo”, de baquelita negra, cuyo uso era muy sencillo y sólo tenían un par de diafragmas. La instrucción era “para sacar con sol” o “para sacar a la sombra”.

A esa edad él ya se preguntaba de que manera podía transmitir mejor esos conocimientos ligados a la fotografía, claramente una fértil semilla de su futuro como docente. En los escaparates de la óptica, no sólo se exhibían cámaras baratas, sino también algunas más sofisticadas y caras para los estándares de una óptica de barrio. Cámaras que nunca se vendían y que funcionaban como una especie de señuelo para la clientela y que me atraían e intrigaban enormemente. Yo se las pedía prestadas a mi viejo. Es decir que, en la práctica, tenía un permiso informal para salir a sacar fotos libremente. Tenía una especie de “canilla libre” de cámaras, rollitos de fotos y revelados. Lo notable es que también tenía otra “canilla libre”: frente a la óptica, en la calle Cuenca, en la esquina con Melincué, funcionaba la antigua librería Begega, que, además de los productos clásicos de una papelería de barrio, vendía libros. Detrás de una puerta, casi escondidos, se exhibían (o se ocultaban, según se mire) los libros de la colección Robin Hood: Julio Verne, Luisa M. Alcott, Emilio Salgari, Lewis Caroll, Mark Twain, Charles Dickens, etc.

Mi viejo tenía un acuerdo con el señor Begega, el librero. Podía ir a la librería y llevarme uno. Esa era la condición. Solo uno. Cuando terminaba de leerlo, podía ir en busca del próximo. Begega los anotaba en una libreta. A fin de mes mi papá ponía la cuenta en cero. Así que en mi infancia tuve dos maravillosas libertades: podía hacer fotos cuando quisiera (y quería bastante a menudo) y leer cuanto quisiera (afortunadamente, la televisión aun no había llegado a nuestras pampas). Por un lado los libros ampliaban mi imaginación y mi fantasía y con la cámara salía a documentar mis vagabundeos. No tardó también en tener una primera experiencia laboral con el cine: se había comprado un proyector y encontró un trabajo independiente que consistía en ir a domicilio exhibiendo películas de dibujos animados y de Chaplin, entre otras. Cuenta Andy, con una sonrisa, que al llegar a las casas de sus clientes y tocar el timbre, se podía oír el griterío de los chicos, llegó el cine!! llegó el cine!!.

¿Cómo ha sido recorrer este camino?

Al principio la fotografía era un juego, una aventura placentera y poco más. Luego, poco a poco, se fue convirtiendo en mi profesión. Desde luego, no fue un proceso lineal. Cada tanto alguna crisis se atravesaba en mi camino. Muchas veces he vivido la fotografía como una carga. No es que dejara de hacer fotos, pero me planteaba: ¿qué hago con la fotografía? Una especie de resistencia surgía dentro mío, algo me retenía y la sensación era como de tener que romper una barrera interna para ponerme en movimiento; pero luego, una vez que comenzaba a trabajar, todo se diluía, esos frenos desaparecían y volvía a disfrutar el momento: andando. Y así fui construyendo las bases de mi carrera.

La docencia aportó otro sentido a esa búsqueda?

Me importaba sobre todo el desarrollo de la creatividad como patrimonio inherente al ser humano, el cual muchas veces se encuentra bloqueado, y aquí vuelvo a mi infancia valorando la importancia que tuvieron aquellos permisos que me daba mi padre, lo cual facilitó mi propio desarrollo del proceso creativo. Me refiero a la importancia de los permisos que desde la familia y la escuela se nos da o se nos quita y esto resulta crucial: no se puede ser fotógrafo si uno cree que aprendiendo a exponer y encuadrar correctamente ya está. Una foto es una construcción que está montada en partes iguales entre el campo real y el campo imaginario. Los conocimientos, sensaciones, pesares y alegrías que uno tiene influyen y funcionan como un disparador de asuntos que suele ser difícil de explicar pero que una buena fotografía está expresando metafóricamente. Por tomar ejemplos propios, en mi serie “La muerte de la muerte”(1979), se ven imágenes borrosas de muertos sin nombre en cementerios de la provincia de Buenos Aires y que realicé en un momento en el que no sabía en forma consciente la conexión tan grande que había entre los cementerios y el proceso militar de aquellos años. Acompañé la serie con una cita de Walter Benjamin que incluye literalmente la palabra ”desaparecidos”. Palabra que no tenía las siniestras resonancias que tiene en la actualidad.

¿Creés que todo esto parte de una empatía que surge en relación al entorno?

Si, tal cual. Está “latente” y “lo revelamos”. Lo que uno porta no es de uno solo, es de nuestra familia, de la sociedad, de la época en la que nacimos y crecimos, esa impronta está y a través de la fotografía podemos volverla visible. Cuando esa empatía existe, es sentida por el artista y queda plasmada en la obra en forma de metáfora visual. Y aunque no lo podamos explicar, esa empatía se transfiere al espectador irremediablemente.

Respecto a esas metáforas, ¿encontrás relación con el concepto de aura que expresaba Walter Benjamin?

Desde luego que tiene que ver, aunque él lo toma en un sentido más estricto. Cuando habla de aura se refiere particularmente a los daguerrotipos, imágenes fotográficas que eran técnicamente irreproducibles. Eran imágenes únicas y, dependiendo del ángulo de visión, ves la imagen, no muy fuerte ni marcada, casi sin contraste, pero si la inclinás un poco se ve en negativo y al cambiar nuevamente el ángulo, podés verte vos mismo reflejado porque es un espejo de plata.
Por eso se decía que los daguerrotipos eran “espejos mágicos”. En ese sentido el daguerrotipo era un objeto de culto. Walter Benjamin habla del poder de culto, revestido de un valor único e inconmensurable.

Qué opinás sobre el artículo publicado en el diario británico TheGuardian, sobre la muerte de la fotografía y las clasificaciones actuales llamadas infografía, foto ilustración y fotografía?

Sí te tengo que ser sincero, me tiene totalmente sin cuidado, (risas). Cuando en la Academia de Ciencias Francesa se presentó el invento de la fotografía uno de los pintores que estaba presente, Paul Delaroche en 1839 al ver el primer daguerrotipo exclamó ¡hoy la pintura ha muerto! Entonces, cada vez que surge un invento nuevo aparece alguien que de forma dramática sentencia este tipo de mensajes, un poco rechazando lo nuevo. Lo mismo sucedió con el surgimiento de la fotografía digital. Recuerdo una carta de un conocido fotógrafo, publicada en el diario Clarín, afirmando también –a su manera- que la fotografía había muerto debido, entre otros motivos, a que la manipulación de la imagen le restaba credibilidad. Pero insisto en que, francamente, no es mi problema. Muchas veces se subestima el uso de ciertas herramientas, como si la creatividad supliera a la técnica, pero necesitamos un vehículo para poder expresar algo y si no conocemos con cierta profundidad dicha técnica, esto se vuelve un obstáculo al momento de crear.
Por otra parte, no sirve de nada tener una técnica híper sofisticada, cualquiera que sea, si no sabés para que la vas a usar. Recomiendo al respecto de este tema “Arte y artesanía”, un muy breve y fascinante ensayo de Robert Graves que forma parte de un libro titulado: “Los dos nacimientos de Dionisio”, el cuál habla sobre el valor de la palabra arte, sus orígenes, el cambio y la evolución de su significado y como se fue devaluando con el paso del tiempo.

Cabe destacar que Andy comenzó a experimentar con la técnica digital en el año 1995, convirtiéndose en uno de los pioneros en nuestro país. Podemos ver las intervenciones sobre fotografías en su obra “Arborescencias” (un trabajo sobre la cruz, el árbol y las relaciones entre hombres y mujeres), obra que fue expuesta en 1995 en la Galerie du Chateau d´eau, Toulouse, Francia y en la Fotogalería del Teatro San Martín al año siguiente.

¿Cómo nació el proyecto "Gente en su casa" y cuál es la relación con tu último trabajo "Vivir en la Tierra"?

En 1984, la cercanía del 150 aniversario de la invención de la fotografía fue el disparador de este trabajo. Influenciado por las lecturas antropológicas que me ocupaban en esos años, traté de imaginar lo que debió haber supuesto para la gente, en las primeras épocas de la fotografía la posibilidad de ser retratada. Tomando el concepto de “aura” del filósofo Walter Benjamin y la obra del antropólogo social Erwin Goffman, comencé a preguntarme: ¿De qué modo se “presentarían” hoy las personas ante la cámara si el fotógrafo intentara no alterara la escena, o si lo hiciera en el menor grado posible? ¿Cuál sería la estética social, cuáles las costumbres que se pondrían al descubierto? ¿Mostraría cada grupo un patrón común? ¿Existiría un mandato cultural específico que lo llevara a presentarse ante la cámara de tal o cual forma? Pero, ¿cómo conseguir que los modelos asumieran la importancia que ese acto de posar tendría para ellos en el futuro? La solución fue concebir el trabajo como un libro de fotos. Debía diseñar unas reglas para asegurarme de que casi todas las decisiones estuvieran en manos del modelo.

Yo, por mi parte, me reservé la elección del punto de vista, lo que me permitiría mostrar el contexto en el que la persona se presentaba. La primera regla fue, por lo tanto, invitarles no a posar para mi, sino “para un libro de fotos”; la segunda fue concertar una “cita previa” para dar tiempo a los modelos de tomar conciencia del acto fotográfico y para que les quedara claro “la importancia” de las decisiones que debían tomar. Cuando terminé la serie “Gente en su casa” (1985), Sara Facio me propuso exponerlo en la Fotogalería del Teatro San Martín. Si bien le conté que no estaba terminado y que tenía intenciones de seguir desarrollándolo, ella insistió y finalmente se expuso ese mismo año siendo, para mi sorpresa, un éxito de público. En ”Gente en su casa” estaba la semilla, el disparador de lo que luego sería “Vivir en la tierra”. Hay entre ambas obras una suerte de continuidad y la gran diferencia la aportó la llegada de las nuevas tecnologías me permitirían controlar, como nunca antes, la paleta cromática, las gamas tonales y los claroscuros. Originalmente vivir en la tierra se iba a llamar “Gente en su casa II”.

A qué se debe el título de la obra?

Es un juego de palabras, es vivir –literalmente- sobre un piso de tierra y además es vivir en el planeta tierra.

De qué se trataba el Consejo Argentino de Fotografía?

En 1979 junto con Alicia D’Amico, Sara Facio, Eduardo Comesaña, Annemarie Heinrich, María Cristina Orive y Juan Travnik fundamos el Consejo con el fin de promover la fotografía creativa. La intención fue, por decirlo coloquialmente, revolver un poco el avispero. Queríamos estimular otras maneras de pensar la fotografía. Organizábamos muestras y otras actividades. La estrategia que habíamos decidido usar pretendía ser lo más eficaz y práctica posibles, para eso optamos por funcionar como un grupo cerrado que proponía y generaba acciones. Simplemente nos juntábamos a pensar y acordábamos nuestra próxima actividad, logrando concentrar nuestro esfuerzo en acciones concretas que ejecutábamos y pasábamos a la siguiente.



Cuáles considerás que son las cualidades que definen a un buen fotógrafo?

Ante todo, ser parte activa de lo que estamos fotografiando, renunciando a ponerse en un lugar superior o en una lejanía respecto de lo que miramos. Llegar a ser, por un instante, uno más, uno del grupo. Desde luego, un fotógrafo no deja de ser un voyeur, una especie de James Bond con “permiso para mirar”. Sólo que ésta debe ser una mirada sensible que se involucre emocionalmente con la escena. Que se comprometa, que esté “adentro”.
Por otro lado, existe gran cantidad de experiencias e investigaciones, desde Jung hasta Guy Claxton, que describen un tipo de pensamiento lento íntimamente asociado con los procesos creadores. Claxton es el autor de un libro que recomiendo fuertemente: Cerebro de liebre, mente de tortuga, en el cual muestra claramente cómo coexisten en cada individuo una modalidad rápida del pensamiento, útil para las actividades cotidianas, y otra modalidad, lenta, ligada a la ensoñación y a la intuición, al aburrimiento (tan infravalorado!), a la disconformidad, a la ruptura y a la página en blanco, que en síntesis, son los motores del proceso creador.



Un fotógrafo y una fotografía?

Sebastián Salgado y La bailarina satírica de André Kertész-París, Francia (1926).

¿Una película?:

Puerta de lilas de René Clair (1957).

¿Un libro?:

"La vida instrucciones de uso" de Georges Perec (Título original: La vie moded’ emploi - 1978).


Sobre el autor:

Andy nació en Buenos Aires en 1943. Fotógrafo profesional y experto en creatividad y aprendizaje, ha impartido cursos de fotografía y educación artística en la Escuela Panamericana de Arte, la Escuela Jean Piaget y el Instituto Renard. Fue profesor titular de la Cátedra de Fotografía de la Universidad Nacional de Río Cuarto, Córdoba, Argentina. En 1975 fundó la Escuela de Fotografía Creativa, que dirige hasta el día de hoy. Basándose en su experiencia como profesor de la cátedra de Fotografía de la Universidad de Río Cuarto, creó y diseñó el currículo de la Carrera de Fotógrafo Creativo basado en las teorías de la creatividad. Creó la Fundación Andy Goldstein para el fomento del arte fotográfico y el apoyo a los artistas jóvenes, la cual funcionó en Buenos Aires hasta 1995. Es miembro fundador del Consejo Latinoamericano de Fotografía y del Consejo Argentino de Fotografía. Sus fotografías han sido expuestas y publicadas en diversas galerías y museos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, El Salvador, España, Francia, Italia, México y Suiza. Las mismas forman parte de las colecciones permanentes del Museo Nacional de Bellas Artes, Argentina; del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires; del Museo de la Palabra y la Imagen, San Salvador, El Salvador; de la Biblioteca Nacional de Francia y de la Galerie du Château ’Eau, Toulouse, Francia, así como de numerosas colecciones privadas. Desde 1990 viene desarrollando su producción artística en el campo de la fotografía digital. Durante los años 2010 y 2011 ha realizado en asentamientos de toda Latinoamérica las 65 fotografías panorámicas de su proyecto “Vivir en la tierra” publicado por Editorial Edhasa y Editorial Blume en 2012. Es fundador y co-director del Proyecto Quadra Quinta sobre Creatividad y Aprendizaje, asociación profesional sin fines de lucro que Investiga las posibilidades de la creatividad en el aula. Dirigido a los docentes, produce documentos teóricos, materiales didácticos y actividades de formación sobre el desarrollo dela creatividad, la lectura crítica y los medios de comunicación. Ha participado en distintas actividades de Formación del Profesorado del Ministerio de Educación de España.
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Sobre la entrevistadora:

giselleGiselle Otero es de Lanús Oeste, Pcia. Buenos Aires Comenzó a estudiar Fotografía en 1996 en la “Escuela de Fotografía Creativa de Andy Goldstein”, Técnica Fotográfica con Filiberto Mugnani en C.C. Rojas Talleres de laboratorio blanco y negro e iluminación en Imdafta, 2 (dos) años cursó en Escuela de Fotografía y Artes Gráficas Maestro Quinquela Iluminación, Foto periodismo, Semiología de la imagen y Ensayo Fotográfico con Andrea Chame (UBA). Dirección de Fotografía, cámara e iluminación en el S.I.C.A (Promoción1999-Tit.: Rodolfo Denevi). Hasta la actualidad realiza trabajos independientes para Foto lucida (proyecto personal) colaboradora para Bex Magazine. Fotógrafa performer en danzabismal y trabajos independientes varios bajo el nombre de Fotolucida.
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