Sara Facio

SARA FACIO, Argentina
por Giselle Otero - Noviembre 2014

En la actualidad se sacan tantas fotografías
y luego se borran en el acto sin darse tiempo de ver lo que elegimos plasmar en cada momento.


¿Qué te cautivó de la Fotografía Sara?

Lo que más me gustó fue lo que para mí es la esencia de la fotografía (como supe mas tarde) “captar el instante”, una realidad fugáz, algo que desaparece. Me parece algo muy valioso y absolutamente mágico, por eso le doy tanta importancia al retrato, sobre todo, cuando uno logra captar ese momento en el cual lográs plasmar la esencia de una persona, aquello que es parte de su ser. Siempre consideré fascinante el hecho de poder trascender el simple acto de sacar una foto, algo así cómo “cazar”. Ahora, lo interesante y significativo sería plantearse qué es lo que sucede después con esas tomas, una vez que pasa ese momento, cuando ya tenés esas imágenes. Preguntarse por ejemplo; ¿qué hacemos con ellas?, ¿las volvemos a ver?, ¿nos interesan realmente?, ¿qué reflejo, o qué quiero reflejar?, aquí radica una gran diferencia y las puertas que se abren nos convierten en fotógrafos. Desde ya que no somos todos fotógrafos por el simple acto de tomar fotografías, sino que lo somos porque queremos transmitir algo como principio de la filosofía básica de la fotografía. En resumen captar un momento de la realidad que no se va a repetir más”.
Partimos de un deseo, luego atravesamos un proceso reflexivo.

¿Alguna vez dedicaste un tiempo para analizar tu forma de mirar?

Sí, básicamente me interesan los sentimientos, que una imagen transmita una determinada sensación y por eso creo que, en la actualidad se sacan tantas fotografías y luego se borran en el acto sin darse tiempo de ver lo que elegimos plasmar en cada momento. Le quita importancia a ese proceso. Creo que falta esa reflexión de tomarse el tiempo de mirar aún más detenidamente esas fotografías y contemplarlas, observar qué nos pasa con ese momento tan singular y también decidir qué haremos con ellas. Actualmente, el momento social y los nuevos soportes nos sumergen en una velocidad vertiginosa, demasiadas imágenes, que en el acto nos generan adrenalina y emoción pero luego, ya te las olvidaste por completo, como ver una película de acción. Hay una mezcla muy grande de gente que quiere expresarse pero a quienes les falta contenido. Son cosas que llenan espacios pero no provocan nada en la cultura. Como en la literatura, los verdaderos pensadores son aquellos que te hacen pensar, te hacen discutir, te hacen sentir viva.

¿Creés importante el generar una especialización dentro de la Fotografía?

Es bueno, ante todo adaptar y elegir la técnica que pueda ser aplicada a muchas especialidades. Lo que me hace crecer en el desarrollo de la mirada es la cultura en general: lo que leo, absorbo y escucho...Por suerte siempre estuve rodeada de gente mucho más inteligente que yo (risas). Después de todo, sólo das aquello que llevás dentro, no se puede a la inversa. Pero si estás alimentado de “buena savia” me refiero a buenas lecturas, buenos pensamientos, ves pintura, cine, teatro etc. al final, todo ese bagaje cultural se va “amasando” y se convierte en fuente de inspiración y riquezas de nuestro mundo interno, ampliando el imaginario.

¿Quiénes fueron tus Maestros?

Mi gran maestra, la que me enseñó, no sólo a tomar fotos, sino a plantarme como profesional, cuidar mis negativos, tener un orden primordial en mi trabajo fue Annemarie Heinrich. Sin ir mas lejos, hoy en día vas a su estudio y encontrás todo su archivo perfectamente ordenado desde el año 1930 hasta la fecha en que murió. Modestamente, si ahora me pidieras lo mismo a mí, sucedería lo mismo.
Actualmente, he contratado una asistente que está digitalizando sólo lo trabajos que me piden. Por ejemplo, hace poco se inauguró en París un salón del libro con 25 fotos mías sobre Julio Cortázar. Por supuesto que escaneamos todo en alta resolución. Yo participo en el control de dicho proceso desde los conceptos del laboratorio tradicional. No quiero que las retoquen ni modifiquen, sino lograr reproducirlas como fueron en su toma original.

¿Diste clases alguna vez?

No, Nunca.

¿Por algo en especial?

Porque no me gusta! (risas). La única vez que dí clases sobre laboratorio fue a mi socia editorial, María Cristina Orive, quien en aquél entonces vivía en París y le gustaba mi forma de trabajar las copias. Años más tarde cuando se fue a vivir a Guatemala, se montó su propio laboratorio, desde ya que lo hice sólo desde un lugar de amistad. Sinceramente, tengo mucho respeto hacia la docencia, pero más allá de los conocimientos técnicos o expresivos, considero que hay que tener cierta vocación estética y didáctica para enseñar, y yo eso lo tengo más aplicado a otro camino, por ejemplo, escribir o realizar curaciones.

Respecto a ese punto, ¿Qué criterios utilizás en tus curaciones?

La verdad es que viajé muchísimo, desde los 15 años y cuando lo hacía era básicamente para mirar y aprender. Me gusta estar en las ciudades, vivir adentro de los museos para ver cómo están expuestas las obras, los marcos, los epígrafes; ¡Todo miro!.

¿Esos criterios aplicaste para la creación de la Fotogalería del Teatro San Martín?

Claro, en aquel momento no había curadores, ni se estudiaba al respecto. Fue en los años ´60 cuando realicé mi primera curación en París, y así continué haciéndolas aquí también.

¿Considerás que tus fotos corresponden al realismo poético?

Éso es algo que el observador o el crítico tendrían que definir.

¿Qué opinás concretamente de las nuevas tecnologías aplicadas a la actual Fotografía digital?

El soporte ya es lo de menos, lo que importa es el sentido y el carácter de la obra. Si me preguntás en lo personal, me gusta la fotografía directa, pero eso no quita que si veo una composición de 140 fotografías (como el trabajo excepcional que realizó Andy Goldstein; ”Vivir en la tierra”) me pueda gustar muchísimo y no podría rechazarlo bajo ningún fundamento. Pienso que lo que puede hacer por ejemplo: Marcos López, Andy Goldstein, entre otros, son resultados compositivos que incitan, tienen su valor porque trascienden el soporte o técnica utilizada. Conllevan un contenido. Son resultado de una búsqueda. Nuestro rubro está dado dentro de las llamadas artes visuales, cuando mencionamos esto nos referimos a que estamos conviviendo, además, con otros lenguajes y técnicas.



¿Llegaste a sosegarte a lo largo del camino que recorriste?

No. Me gusta mirar, seleccionar, hacer curaciones, exposiciones, mi pasión está intacta!.



¿Cómo fué tu relación con Victoria Ocampo?

No éramos precisamente amigas. Había muchas diferencias: la edad, la clase social. Sentía mucho respeto por su cultura. Lo que sí había era una gran simpatía y profunda admiración. En aquella época vivía justo al lado de dónde se ubicaba la Editorial Sur. Entonces, ella bajaba de su oficina y esperaba el auto, pues vivía en San Isidro, (donde ahora es Villa Ocampo ). Mientras ella esperaba, yo llegaba a esa hora y la invitaba a subir y tomarnos un whisky. (se emociona) Victoria es, para mí, el modelo más grande que hay como mujer. Su manera de ser, su libertad, su sed de conocer, de viajar, estar con gente muy inteligente y sobre todo, hacer. Escribió libros, una autobiografía buenísima, básicamente la admiro y la quiero muchísimo. Hubo muchas mujeres en esa misma época, como Alfonsina Storni, que han sido grandes luchadoras de los derechos de la mujer, lo cuál se hizo extensivo al género en su totalidad.

¿Qué es lo que más recordás de tu relación con Julio Cortázar?

Lo recuerdo todo. Este año se cumplieron los 100 años de su nacimiento y me hicieron un montón de reportajes. Para mí fue, ante todo, un gran amigo. A él le gustaba estar conmigo porque le llevaba “aire” de Buenos Aires. Mi forma de hablar y de ser, él lo veía como algo muy porteño y entrañable ¡ Una amistad muy linda!. Ni hablar de que era muy inteligente y cualquier observación que hacía era para pensarla. Tampoco es que se subía a un pedestal a dar cátedra. Todo lo contrario, era una persona muy accesible. Al igual que Pablo Neruda quien además, era una persona mucho más afectuosa que Julio. Incluso, con Julio compartíamos gustos en común, sobre cine, música y teatro. En cambio Pablo desde Chile, a orillas del mar, en la Isla negra, no iba a ningún sitio. Además, era un señor ya mayor y estaba bastante afuera de la realidad más típica de la ciudad. Desde ya, ambos fueron únicos, tan queridos como si hubieran sido mi propia familia.

Ya que la mencionás y apreciás tanto; ¿qué es para vos la inteligencia?

Un don extraordinario del ser humano. Creo que hay varias clases de inteligencia, no solamente hablamos de una persona muy culta, hablo de la inteligencia natural que tenemos y se va desarrollando y alimentando. Aunque haría una salvedad con un dicho español “Lo que natura non da Salamanca non presta”. Tengo un respeto y una profunda admiración por la inteligencia, es lo que realmente más me atrae de una persona. Me doy cuenta de que puede ser una persona analfabeta, pero al hablar con ella cinco minutos en seguida podés percibir como algo se despierta, sus habilidades. Eso nos enseña que existe una inteligencia que se encuentra allí latente, en todo su maravilloso potencial, imagináte si fuera desarrollada. Creo que nace de una inteligencia natural, que viene en los genes ya y no por generación espontánea.

En relación a las sociedades que construíste; ¿valorás especialmente el trabajo en equipo?

Es que yo nací con una socia (Alicia D’Amico ). Estudiamos juntas Bellas Artes, éramos muy compañeras y a medida que crecímos descubrimos tener muchas afinidades, entre ellas “hacernos la rata” para ir al cine. Éramos cómplices en gustos y después empezamos a trabajar juntas con el proyecto para la beca que nos dió el Gobierno de Francia. Así pudimos vivir en París por un año y pico. Fue una sociedad natural. Al regresar, como el papá de ella tenía una casa de fotografía comercial, aunque Alicia nunca quería saber nada con el negocio (pues para ella era como una “zapatería”, ya que ese tipo de fotografía no era un arte) de todos modos su papá comenzó a darnos trabajo en el cuál aplicaríamos nuestro criterio sobre la fotografía en base a lo que habíamos visto en Europa y de nuestra formación plástica. Entones aceptamos, pero luego nos alquilamos un local y allí empezamos a hacer periodismo y publicidad.

¿Cuál fué tu primer tu primer cámara fotográfica?

Una Agfa Super Silette comprada en Alemania. Luego, cuando empecé a realizar reportajes me compré mi primera Leica de 35 mm y desde entonces, le fuí fiel hasta el día de hoy. Cada modelo que iba saliendo lo compraba. Actualmente debo tener unas seis, además de otras cámaras para hacer diferentes tipos de trabajos (lo que hablábamos de las técnicas y sus aplicaciones a cada especialidad). Por ejemplo una Hasselblad 6x6 para trabajos en estudio, o una Linhof en 6x9.

Para ir cerrando me gustaría que me nombres un fotógrafo.

Muchos!! (risas) Richard Avedon, Irving Penn, Henri Cartier-Bresson, Josef Koudelka, Brassaï , Dorothea Lange, Margaret Bourke-White (todos históricos te dije).

¿Una fotografía?

Me gustan por sobre todas las cosas los retratos. Por ejemplo uno que tengo siempre es el de Edward Steichen a Greta Garbo.

¿Un libro?

Mi último gran amor literario fue Doris Lessing. La empecé a leer en los años 70´ y la seguí hasta que murió. Me atrapó totalmente. *La obra de Doris Lessing tiene mucho de autobiografía y se inspira a menudo en su experiencia africana, su infancia y sus desengaños vitales, sociales y políticos, que la hicieron feminista, comunista, pacifista y anticolonialista. Los temas plasmados en sus novelas se centran en los conflictos culturales, las flagrantes injusticias de la desigualdad racial, la contradicción entre la conciencia individual y el bien común. Abarca primordialmente medio centenar de novelas y gran número de relatos cortos, aunque cultivó también ocasionalmente otros géneros (el teatro, la lírica, el ensayo, la biografía y el libreto de ópera).

¿Una película?

Hay una en especial y que aún la recuerdo. De hecho cada día la he recordado; se llama El Portero de noche (Il Portiere di notte) es una película dirigida por Liliana Cavani.


Sobre la autora:

Sara Facio es una cultora de la fotografía directa, un tipo de producción que adscribe voluntariamente a la noción de la imagen fotográfica como huella. Sus obras no reniegan de la realidad; por el contrario, la exaltan, como lo hacen muchos otros fotógrafos interesados igualmente en testimoniar el mundo que los rodea, transmitir sus detalles, encontrar poesía en sus objetos o traducir con objetividad los acontecimientos que lo conmueven. Sin embargo, hay una distancia singular entre su obra y la de sus contemporáneos, no menos perspicaces, atentos o importantes que ella. Esa distancia se halla en la forma en que ha construido, a lo largo de los años, una mirada. (Texto de Rodrigo Alonso).
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Sobre la entrevistadora:

giselleGiselle Otero es de Lanús Oeste, Pcia. Buenos Aires Comenzó a estudiar Fotografía en 1996 en la “Escuela de Fotografía Creativa de Andy Goldstein”, Técnica Fotográfica con Filiberto Mugnani en C.C. Rojas Talleres de laboratorio blanco y negro e iluminación en Imdafta, 2 (dos) años cursó en Escuela de Fotografía y Artes Gráficas Maestro Quinquela Iluminación, Foto periodismo, Semiología de la imagen y Ensayo Fotográfico con Andrea Chame (UBA). Dirección de Fotografía, cámara e iluminación en el S.I.C.A (Promoción1999-Tit.: Rodolfo Denevi). Hasta la actualidad realiza trabajos independientes para Foto lucida (proyecto personal) colaboradora para Bex Magazine. Fotógrafa performer en danzabismal y trabajos independientes varios bajo el nombre de Fotolucida.
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