Libro: Charlas con fotógrafos latinoamericanos
144 páginas - 22,5cm x 22,5cm. Ediciones Bex - Producido por Jorge Piccini.
Eduardo Longoni, por Albertina Palacio | Francisco Mata Rosas, por Marta Patricia Montero | Sara Facio, por Giselle Otero | Andy Goldstein, por Giselle Otero | Gaby Messina, por Sol Martí | Daniel Sosa, por Manuela Rodrigues y Júlio Boaventura | Adalberto Roque, por Jorge Piccini | Daniel García, por Alba Piazza | Leonora Vicuña, por Patricio M. Lueiza | Julie Weisz, por Giselle Otero | Iatä Cannabrava, por Manuela Rodrigues y Júlio Boaventura | Julio Pantoja, por Diego Aráoz | Roberto Guidotti, por Carla Marty | Antonio Briceño, por Verónica Bustillos | Héctor López, por Chester Pinto | Armando Zambrana, por Bárbara Siragusa | Martín Acosta, por Gisella Ardit | Julio Larramandi, por Yailín Alfaro Guillén | Federico Bechis, por Albertina Palacio | Zaida Gozález Ríos, por eresa De Jesús Arana
FEDERICO BECHIS, ARGENTINA
por Albertina Palacio / Febrero 2015
Con mis fotografías trato de transmitir un sentimiento.
¿Cuándo te decidiste ser fotógrafo Federico?
Mi padre, Juan. E. Bechis fue uno de los primeros fotógrafos publicitarios de Argentina. Acompañaba a mi padre cuando tenía que hacer fotografías en exteriores o en el estudio. Me metía en el laboratorio para ver cómo se revelaban las fotografías en color y blanco y negro, yo me encargaba de lavarlas y abrillantarlas. Pero no hacía fotografías. Recién cuando vine a vivir a Bariloche, es cuando decido dedicarme a la fotografía por mi contacto directo con la Naturaleza. En mis caminatas por los bosques, ríos y lagos patagónicos, quería dejar registrado en una fotografía esos momentos mágicos que estaba viviendo. Mi padre me regaló mi primera cámara, una Nikon F con tres lentes (35, 55 macro y un 135 mm) y desde entonces no he dejado de fotografiar.
¿Cómo surgió ir a Comallo? ¿Cómo llegaste?
Surgió porque con mis alumnos buscábamos lugares diferentes para fotografiar. Además, el padre de una de mis alumnas vive en un campo en Comallo y ya nos había hablado del lugar. Ahí descubrí Comallo, que parece como si estuviera a 2.000 kilómetros de acá pero está solo a 120.
¿Con qué te encontraste? ¿qué despertó tu interés?
Te encontrás primero con la meseta, que es como un desierto y casi no hay árboles y aparecen las ovejas y los paisanos y los caballos, que acá ya se ve poco, cada vez menos. Tiene unas montañas muy especiales que parecen pirámides. Con unos coirones y algunos otros pastos achaparrados. Unas luces especiales. Te encontrás con un paisaje surrealista. Con mis alumnos íbamos los fines de semana. Tomábamos el colectivo el viernes a las 5 de la tarde en la terminal de Bariloche. Allá hicimos contacto con la municipalidad y conseguimos donde alojarnos. La primera vez paramos en lo que había sido el Banco de la Provincia de Río Negro, que estaba abandonado. En el medio del salón tiramos los colchones y dormimos ahí. Estaba la bóveda abierta, gigante. Tiempo después, cuando se terminó el gimnasio, que le dió mucha vida a Comallo, nos alojaron ahí. Otras veces cuando íbamos a la Fiesta de la Cordialidad, traían los vagones dormitorio, los dejaban en la estación y a nosotros nos permitían parar ahí junto a los jinetes. Ya éramos parte de la fiesta.
Todo el mundo nos estaba esperando. Como no íbamos motorizados, la caminábamos. Al ir caminando te encontrás con cosas que de otra manera no veerías. Veías que la gente vestía mejor a los hijos y los mandaba a la calle para que nosotros los fotografiemos. Al principio iba con los alumnos y después empecé a ir solo. Ví que tenía material como para hacer algo interesante y seguí yendo los fines de semana para completar el proyecto. Ya me hice de amigos y me quedaba en sus casas. Así estuve yendo a lo largo de seis años, esporádicamente claro.
¿Y cuándo dijiste; bueno, ya tengo lo que quiero?
En un momento dije, bueno, ya tengo suficiente material como para hacer una exposición. Y ahí, le presenté el proyecto a una legisladora de Bariloche, le gustó la idea y lo presentó en la Legislatura de Río Negro, donde fue declarado de “Interés Cultural, Social y Educativo”. A la exposición la titulé “La Delgada Línea Sur, Comallo”. Estaba compuesta por un conjunto de 80 fotografías color y blanco y negro.
Después , seguí yendo para completar el relato, pensando en la idea de hacer un libro sobre Comallo.
¿Dónde fue la exposición de La Delgada línea Sur?
Se hizo en varios lugares; la primera muestra se hizo en el museo de la Patagonia de Bariloche, en la sala Chonek. Ahí estuvo 45 días. Después la llevamos a Viedma y luego a Comallo. La idea de este proyecto era hacer una exposición itinerante con el fin de que los rionegrinos conozcan uno de los pueblos que forman parte de la llamada Línea Sur de Río Negro. Entonces, la gente descubrió que existía Comallo. Y la misma gente de Comallo redescubrió su pueblo. Porque no lo habían visto a través de los ojos de un fotógrafo.
¿Y la gente de Comallo como recibió la exposición?
En esa época no era habitual hacer exposiciones en Comallo. Y se quedaron sorprendidos. Para colgar la muestra elegí un lugar que era un club de fútbol abandonado. Tenía las paredes de un metro de espesor de adobe, dije: “acá se hace”. Hice poner un riel en el medio de un gran salón y luces. Y con eso iluminé. El salón tenía un pequeño escenario donde cada tanto se organizaban peñas folclóricas. Para la inauguración, se invitó a la “Banda Atómica”, del Centro Atómico Bariloche. Eran 30 músicos tocando en vivo música de películas, mientras en una pantalla se proyectaban escenas de las mismas. Era un espectáculo surrealista.
¿Cómo se da en el medio del proyecto de Comallo, cambiar de analógico al digital?
Cuando empecé a ir a Comallo, todavía no había entrado en el mundo digital. Por lo tanto, iba con dos cámaras, cargadas, una con rollo color y la otra con blanco y negro. Luego, compré mi primer cámara digital marca Sony F828 con un lente Carl-Zeiss. Ahí es donde cambio al formato digital.
¿Te llevás bien con lo digital?
Si, perfecto. Siempre soñé con mirar en forma instantánea las fotos que estaba haciendo y poder revelarlas a plena luz del día (como estar fotografiando con una cámara de Polaroid). Como yo revelaba mis rollos y copiaba mis fotografías, tanto color como blanco y negro, pasando muchas horas en el cuarto oscuro, en soledad, respirando químicos, disfruto enormemente de la nueva era digital!!!.
¿Y no volviste a lo analógico para nada?
No, para mí no hay retorno. La opción de poder ver la foto que estoy haciendo en el momento es impagable. Mi sueño era poder trabajar así como estoy haciendo ahora, revelando mis fotos en mi computadora e imprimiendo mis imágenes en una impresora.
¿Cuándo sentís que empezás a salir de Bariloche con tus fotos?
Hubo dos momentos muy importantes. Una cuando conseguí una beca de Partners of América, que consistía en una estadía de un mes en Montana, como “artista en residencia” y ahí conocí a un fotógrafo que publicaba en el National Geographic, que me invitó a ir con él a fotografiar Yellowstone. Una experiencia inolvidable. Y el otro cuando me contratan para formar parte de un equipo internacional de seis fotógrafos para trabajar en el libro oficial de la Secretaría Nacional de Turismo de Argentina. Dividieron la Argentina en seis zonas y a mí me tocó la zona de la cordillera de los Andes desde La Quiaca hasta la Antártida.
¿Con que propósito era la beca?
En esa época yo había hecho un audiovisual titulado “Bariloche, reflejos de un sentimiento”, y la gente de Partners of America, consideró que era una buena forma para mostrar nuestro lugar en el estado de Montana, en la ciudad de Boseman, hermana con la ciudad de San Carlos de Bariloche.
Allí, presenté el audiovisual en distintos lugares: en la Universidad, en casas de Partners of America. También me invitaron a participar y proyectarlo dentro de un workshop organizado en el pueblo de Dubois, para fotógrafos de Estados Unidos. Ahí tuve la suerte de poder conocer el Parque nacional de Yellowstone, un lugar de otro planeta.
¿Cómo viviste la explosión del volcán?
Sobre el tema de las cenizas hice un libro de autor. Es un libro dentro de una caja de madera que a los costados tiene dos casilleros con vidrio relleno con piedras volcánicas de un lado y arena volcánica del otro. Era una mirada más poética de la ceniza. Porque yo pensé: “El volcán nos pasó por arriba, nos trajo mil problemas económicos pero, la parte que me llena el alma no me la puede sacar”. El paisaje se modificó y se modificó estéticamente para bien. Yo ya estaba haciendo otro tipo de imágenes porque ya me había saturado de las de naturaleza. Para esa época ya había empezado con el proyecto de la Línea Sur.
Fue como un reencontrarme con la naturaleza, pero desde la ceniza, que me sirvió para hacer unas imágenes mágicas con unas luces increíbles.
¿Y con Buenos Aires cómo te llevás?
Con Buenos Aires me llevo bien, cuando voy por poco tiempo, a ponerme al día con mis amigos y a visitar muestras culturales de todo tipo. He sido invitado a exponer en diversos lugares como: la sala Bustillo del Banco de la Nación Argentina; la fotogalería del Teatro San Martín y a participar de charlas de naturaleza.
¿Que fotógrafo le recomendarías a un alumno?
Creo que los alumnos deben mirar fotografías de los grandes fotógrafos como: Henri Cartier-Bresson; Jeanlupe Sieff; Eduard Weston; Ansel Adams; Minor White; Werner Bischof; Eugene Smith; André Kertész; Sebastiao Salgado; Eugene Atget; Ernst Hass; Harry Callahan; Manuel Alvarez Bravo; Robert Frank; los actuales fotógrafos del staff de Magnum y los del National Geographic como James Stanfield; Sam Abell; David Alan Harvey; William Albert Allard; Michael “Nick” Nichols; Chris Johns y Steve McCurry. Además de ir a visitar exposiciones de pintura, escultura y otras formas de expresión artística.
¿Qué significa para vos la fotografía?
Dedicarme a la fotografía me hizo ser un mejor observador de todo lo que me rodea. Aprendí a mirar el mundo con “nuevos” ojos, a valorar la luz y mirar cómo incide sobre los objetos, a observar los pequeños detalles, su textura, sus colores, su forma más allá de sus formas y ahí descubrí la fotografía abstracta. Gracias a la fotografía viajé a lugares que nunca pensé poder visitar, como la Antártida. Pude expresarme a través de imágenes, como en los ensayos fotográficos de “Los Mapuche”, “La Delgada Línea Sur, Comallo”, “Bariloche, Cumbre de la Naturaleza”, “Incas, El Imperio del sol”, “Cuba, Diario de un fotógrafo” y dejar mi mensaje.
¿Podés describir tu estilo fotográfico?
Debemos tener en cuenta que cada uno tiene su forma de mirar y que tiene que ver con la propia historia personal. Y saber, que aunque parezca que la cámara capta el mundo con objetividad, siempre es el fotógrafo quien, de forma subjetiva, decide hacia dónde mirará la cámara.
Dedicarme a la fotografía me enseñó a vivir la vida de una forma más personal, sin prestar demasiada atención a lo que otros decían de mis fotografías. Caminando por la vida, escuchando mi voz interior, que es la única forma de “ser uno mismo”, dejándome llevar por mi intuición y sintiendo la vida. Sólo, de esta manera, uno puede llegar a tener un estilo personal y ser reconocido por sus fotografías.
¿Qué proyecto tenés en vista?
Seguir fotografiando otras culturas latinoamericanas y concretar la edición de alguno de mis ensayos fotográficos.-
Sobre el autor:
Federico Bechis es oriundo de Buenos Aires y se instaló en Bariloche en mayo del 78 luego de casarse en la gran ciudad. Hijo de uno de los primeros fotógrafos publicitarios del país, Federico creció rodeado por lo que años después se convertiría en su gran pasión. A los dieciocho años tuvo por primera vez una cámara en sus manos, nada más ni nada menos que, una Nikon F. Durante sus primeros años en Bariloche, supo ganarse la vida como dibujante técnico para luego poder dedicarse, en sus tiempos libres, a la fotografía.
Un largo camino, valió la pena para conocer más sobre este gran artista. Recorrí varios kilómetros, atravesé el bosque Barilochense y por fin me encontré en la casa de Federico. Un hermoso perro salió rápidamente a hacer de campana y detrás de él, la figura del fotógrafo. Muy amablemente y con mucha calma, me invitó a entrar. Recorrimos el terreno hasta llegar al fondo, allí, donde se encuentra su atelier. Hermoso espacio de madera y ladrillones, con grandes ventanales por los que penetra su mejor aliada, la luz.
Antes de ingresar, respetando las adorables costumbres del fotógrafo, me quité los zapatos y los reemplacé por un par de cálidas pantuflas elegidas por el propio Federico.
Me encontré con un ambiente lleno de luz, luz del alma. El amor, el esfuerzo y la dedicación se ven reflejados en cada rincón de este maravillo espacio. Los cuadros pertenecientes a la serie “Naturaleza viva” son los principales protagonistas de la casa. Suena música de fondo. Federico ya está listo para comenzar la entrevista.
contacto
Sobre la entrevistadora:
Mariana Albertina Palacio nació el 4 de octubre de 1982 en Choele Choel, un pueblo de la provincia de Río Negro, Argentina. Después de pasar toda su infancia y adolescencia, decidió abandonar su lugar natal para comenzar sus estudios universitarios en Buenos Aires. Comenzó la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires. Años más tarde, ingresó en la Escuela de Cine de Eliseo Subiela para estudiar Dirección de Cine. En 2010, viajó a México con su primer cámara profesional y sin dudas fue revelador. Un país que le ofreció personas y paisajes maravillosos de fotografiar, un viaje que afirmó su deseo de dedicarse a este arte. En 2012, tras un proyecto personal y profesional, partió para Bariloche, provincia de Río Negro, Argentina, donde trabaja como fotógrafa y dicta talleres en la materia.
contacto