Adalberto Roque

ADALBERTO ROQUE, Cuba
por Jorge Piccini

No me concibo sin traspasar a gente joven lo poco y sano que pueda aportarles... es una lección bien aprendida y muy gratificante, una espiral interminable que nadie debe renunciar a su expansión.


¿Sos todo un referente en la fotografía cubana, ¿pero estudiaste y te graduaste en Artes plásticas en 1979 no?

Así es, para bien. Y digo para bien porque en este camino desandado he notado que el conocimiento de otra carrera, como fue el caso de la pintura, el dibujo y el diseño, me ofreció suficiente aporte. Especialmente me ofreció la posibilidad de constatar que una fotografía no es un cuadro. Que una fotografía no es una pintura. Rechazo la frase manida de “es tan buena esa fotografía que parece un cuadro”. En ese momento, me da impresión que debes romper la foto y lanzarla al tacho. Conocer de pintura, me ofreció ver los colores, sus relaciones, sus estridencias, sus matices, sus diversas gamas, sus dominantes… conocer de dibujo me ofreció ver las líneas, los contornos, y las formas de los objetos, me ofreció imaginar una conversión de la tridimensionalidad de la realidad, a la bidimensionalidad de la imagen fotográfica. Conocer de diseño me ofreció distinguir las estructuras, los espacios, las masas, el equilibrio.
Haber estudiado Artes Plásticas sobre todo me impuso la disciplina diaria para con la fotografía. No se pinta por calendario, se pinta por impulso permanente. Así también asumí desde mis inicios la fotografía. No importa que “no haya actualidad” noticiosa que fotografiar, simplemente fotografío cada día, con la cámara o con la imaginación. Un pintor casi nunca improvisa, más bien la mayor parte del tiempo la pasa meditado en el conjunto de su obra, en la continuidad con lo hecho antes o con el punto de giro, ruptura o variación que debe ocurrir en su obra general, luego se enfila a visualizar la pieza concreta que apoyaría su intensión meditada. Es un constante crear, con instrumentos o sin ellos. Como el novelista que esboza personajes, escenas, diálogos, y que visualiza su narración antes de escribirla, con los cientos o miles de cambios que, durante el proceso creativo, está sujeta cualquier obra. Hasta el cine de ficción con un guion previo. Lo mismo ocurre con la fotografía. El poseer herramientas (pintura, dibujo, diseño) en el caudal personal, ayuda enormemente en el desarrollo del fotógrafo. No es imprescindible, es convergente.


¿Entonces te dedicaste a la pintura al principio, ¿seguís pintando actualmente?

En cierto sentido si, pero con la luz captada con una cámara fotográfica y un tema general decidido, solo que a esto que hago le llaman fotoperiodismo. Mira Jorge, como sé que eres diseñador, te aseguro esto: fotografiar es lo mismo que pintar o diseñar o escribir o hacer cine. Al final, lo que obtiene un fotógrafo no es más que su convicción de estar comunicándole a otros semejantes sus ideas, sea por vía de una imagen, un cuadro, un diseño o un film. De eso se trata, de comunicar, de decir, de gritar, de expulsar, de vomitar, de escupir, de lanzar, de largar… tus ideas y que les lleguen a otros. Aún cuando pintes un cuadro abstracto, hagas una fotografía con rayos de luces, movida, fuera de foco, etc., estarás intentando comunicar algo al prójimo. Cada cual usa las herramientas con que se sienta más cómodo trabajando. Sé muy bien porqué llegué a la fotografía. Quería mostrarles a otros lo que sentía del dolor ajeno, de los sufrimientos ajenos, de las pesadillas ajenas que eran mis propios conflictos. Pretendía traducir los problemas sociales y lo hacía con grandes cuadros, muy contrastados, de rojos y negros con bofetadas de blancos chorreados adscritos al expresionismo y la gestualidad.
Al final mis cuadros, cuya primaria intensión eran eufóricos gritos personales, se convertían en objetos de pared de galerías cuya única retroalimentación con el autor (yo) era recibir los elogios de colegas ante “tanto oficio”, para luego devenir en meros adornos de pared en casas de amigos… ! Que decepción convertir la rabia social en adorno! Fue en este trance que descubrí la fotografía. Fue un chispazo que me iluminó el camino. Creo que se lo debo a uno de los más prolíficos maestros de la pintura y el diseño cubano, al maestro Raúl Martínez, quien un día me transmitió (con otras palabras) esta idea: “los caminos son muchos, el tiempo es poco y el esfuerzo necesario es muy grande, decide por donde quieres ir y con qué instrumentos trabajarás para decir lo que tú quieres comunicarle a los que te escuchen, pero no esperes recompensa”. Ahí tome mi camino de la fotografía, apenas tenía 20 años.


¿Y es allí donde surgió tu interés por la fotografía no?

Sin dudas los estudios de Artes Plásticas me condujeron a la fotografía, pero fue el intercambio con fotógrafos latinoamericanos reales -durante sus visitas a Cuba- y entre los que se encuentran Salgado, Meyer, Iturbide, Álvarez Bravo, Sara Facio y Alicia D’Amico, y muchos, muchos más… así como los llamados por mi “virtuales”, que son aquellos cuya obra conozco por libros y que en esa larguísima lista encabezada por Eugene Smith se suma Robert Frank, Koudelka, Avedon, Arbus, Bruce Davidson e infinidad de otros. Ellos me muestran una opción clara y definida. Lo que quiero decir, lo puedo decir muy rápidamente. No debía ya esperar largos días para el secado de la pintura sobre el lienzo. No tenía que esperar por dilatados turnos en galerías de arte para lanzar a otros mis ideas. Y sobre todo, no tendría que volver a angustiarme al ver como objetos decorativos piezas cuya intención era la denuncia. Con la fotografía podía decir mi opinión a un amplio espectro de receptores. Al llegar años más tarde a la prensa, pude extender aún más “mi círculo de receptores ya a nivel mundial e inmediato”. En verdad le estoy muy agradecido a la fotografía pues me ha permitido expresar mi opinión social sobre Cuba y para colmo, me ha facilitado vivir. ¿Tendría alguna razón contundente para abandonarla y regresar a la pintura? Para nada. Me quedan de los años de pintor un poco de piezas colgadas en casas de amigos, algunas en un museo de la capital cubana, otras muchas engavetadas en casa, pero sobre todo, el conocimiento emanado del estudio de las artes visuales por más de 10 años en escuelas especiales en Cuba. Un privilegio, sin duda.


Luego te enrolás en el ejército y comenzás a viajar.

Enrolarme en el ejército fue consecuencia directa de mi manera de vivir (fotografiar) mi país. Me sumerjo en ese mundo difícil como corresponsal de guerra porque más de 50 mil jóvenes cubanos estaban en diversos países africanos, especialmente Angola, en plena guerra contra el Apartheid. Vivir en Cuba, ser fotógrafo documentalista y no ir a esa guerra hubiera sido una vergüenza profesional. Aún tenía veinte y tantos años y no fue difícil tomar la decisión de irme a la guerra. Mitad conciencia y mitad aventura, pero al final quedan las fotografías tomadas en esos años de las cuales un buen grupo formara parte de mi próximo libro cuyo título provisional es: “Paseo en el Infierno”.


Y es allí donde hacés tus primeros pasos como fotógrafo documental.

Antes de irme a África ya estaba contaminado con la obra de Eugene Smith, y ya encaraba la fotografía desde un punto de vista documental especialmente enfilado hacia el ensayo Fotográfico. Pero sin dudas, África me ratifica lo que en Cuba meditaba. No obstante, dadas las circunstancias de la guerra, del modo en que se puede o no fotografiar dentro del ejército cubano en aquellas regiones, fueron más las fotos aisladas, las imágenes “sueltas” que lo desarrollado como ensayo fotográfico.
En aquellas circunstancias no podías prever nada, sino, estar atento a lo inmediato. Trabajar de esa manera es parte de la vida diaria del fotógrafo documentalista, guiado por un fino hilo que te conduce a tomar imágenes que sabes no puedes perderlas pero que muchas veces no has podido siquiera pre visualizar.


¿Hacia dónde viajabas?

En este paseo al infierno viajo a Angola, Namibia, Gabón y el Congo Belga. Ví mucha pobreza, hambre, inclemencia social, autoritarismo, guerra, muerte y también mucha vida. Yo soy de una isla, una pequeñísima isla en el caribe, donde el mar está siempre al alcance de la vista. En África me sentí en el vientre de la tierra, un ambiente sólido y profundo donde el sonido del tiempo era audible y palpable. Una experiencia imprescindible para un isleño.



¿Conozco que muchos fotógrafos cubanos de tu generación que estuvieron en la guerra de Angola... ¿Fuiste vos uno de ellos?

Bueno, uno más de los muchos que estuvieron allí.


Fue muy comentada tu exposición "Observaciones" del año 82 en Galería L de La Habana, ¿qué recordás de eso?

Si, fue muy comentada en los medios culturales cubanos en esa época pero es una selección de fotografías que ya hoy no muestro a nadie.
Eran imágenes donde aún emanaba demasiado de mi herencia de la pintura, sólo que ante la furia pictórica del expresionismo que practicaba como pintor, Observaciones estuvo repleta de su antítesis conceptual, es decir, mucho minimalismo. Claro que fue muy acogida por un público exquisito, especialmente el típico público receptor del arte elitista de las galerías elitistas hacia el cual muestro el mayor respeto pero con el cual no cuento como receptores de lo que desde hace mucho hago. No me interesa para nada el mundo del mercado del arte ni las banales disputas por ser la vanguardia de la vanguardia. Creo que estoy muy ocupado en emitir otro discurso para un público, menos elitista, pero más afectado emocionalmente con las imágenes que pueda ofrecerles.


Por tu cámara han pasado muchísimas caras conocidas, pero en el especial de Bex Cuba publiqué tu trabajo del cual es un libro "Los hombres del comandante" ¿Cómo empezaste ese proyecto y cuánto tiempo te llevó?

Fíjate, a pesar de asumir el recurso de la fotografía como una herramienta cuyos resultados son inmediatos, asumo mis proyectos a largo término. No tengo prisa. Espero a tener las imágenes que crea necesarias antes de darlo por culminado. En cierto sentido y parodiando a Cartier-Bresson y su teoría del instante decisivo, puedo esperar el “momento adecuado”, para presentar públicamente el resultado de semanas, meses o años de trabajo en un proyecto. Los Hombres del Comandante me tomó 25 años. Y el libro siguiente, La Parranda Infinita, me tomó 11 años. Y mientras acumulo las imágenes necesarias un proyecto, trabajo en otros paralelamente.
En mi modo de trabajar puedo llevar varios proyectos sin cruzar las líneas que los delimitan. Incluso, sin mezclar maneras de encuadrar o componer. Soy tan estricto que ni siquiera mezclo los lentes con que desarrollo un proyecto. Trato de mantener una unidad visual en cada uno de ellos. Sé que esto lo heredo de la pintura. Un pintor puede estar haciendo una serie de cuadros con una técnica y un estilo que no se parecen con una serie de dibujos que desarrolle en el mismo momento. Es disciplina. Creo incluso que ciertas fotografías son para una época que aún no les ha llegado, ellas reposan, engordan en mis archivos, esperan pacientemente su momento. Un adelanto que te ofrezco en este sentido es éste. Hace 25 años fotografié muy ampliamente, la llamada “Crisis de los Balseros” donde más de 30 mil balseros cubanos se lanzaron al estrecho de la Florida desde las costas cubanas y hacia Estados Unidos. Aunque muchas se publicaron extensamente en New York Times, Washington Post y prácticamente todos los diarios de la Florida, aún no están apiladas en un libro que sin dudas, haré.


¿Vió Fidel el libro?

No soy amigo personal de Fidel Castro, así que a través de alguna persona allegada a él pude enviarle una copia. No sé si lo vió, si le gustó o le disgustó. Cumplí mi parte al hacer mi libro y fui cortés al enviarle una copia firmada.

¿Te atreverías a repetir esa odisea de retratar a Fidel durante tantos años, con otro personaje?

Dios te oiga y un personaje de mi interés vea el libro de Fidel y quiera uno suyo, jajajaja… pero lamento haberme perdido a Chávez, a quien fotografié extensamente, pero no como hubiera querido, y me lo imaginé un Chávez íntimo, interno, con las mínimas personas a su alrededor. Era un líder de multitudes y muy público pero sé que era también un hombre de meditación solitaria. La idea genérica vino desde una oración de García Márquez donde hablo de la soledad.


¿Quién sería?

Dios te oiga y un personaje de mi interés vea el libro de Fidel y quiera uno suyo, jajajaja… pero lamento haberme perdido a Chávez, a quien fotografié extensamente, pero no como hubiera querido, y me lo imaginé un Chávez íntimo, interno, con las mínimas personas a su alrededor. Era un líder de multitudes y muy público pero sé que era también un hombre de meditación solitaria. La idea genérica vino desde una oración de García Márquez donde hablo de la soledad.



Me contás algo sobre los balseros, el niño Elián... ¿esa época de Cuba?

Época muy activa. Los balseros, que te adelanté algo ya, fue un mes de emociones controvertidas. Miles de compatriotas lanzándose en precarias balsas construídas con recamaras de automóviles o tanques de acero oxidados, barcazas hechas con maderas podridas, pliegos de nylon como velas para una travesía incierta que ante todo auguraba la muerte en el mar azul prusia del estrecho de la Florida. Más de 30 mil vidas divididas entre la opción de morir en las fauces de los tiburones del estrecho, ahogados por las olas impiadosas de las corrientes marinas o la decisión de quedarse en una patria que no podía prometerles mejor vida que la que llevaban ya por muchas décadas. No fue fácil trabajar con un nudo en la garganta ante cada despedida de madres e hijos pero el escudo que todo fotógrafo lleva consigo, funcionó una vez más, y hablo del escudo que significa un lente de cristal que reduce la escena real en una escena de ficción al tamizarla entre el iris y la película, cuyo clímax y regreso a la realidad es el clic del disparador. Es ahí porque quizá opté por no despegar el ojo del visor, así la dureza del hecho no me afectaba tan duramente. Que hay un poco de cinismo en esa actitud? No lo dudes, el fotógrafo documentalista lleva en sí una buena dosis de cinismo y compasión.
Elián fue la cara opuesta. Era el reclamo de millones de cubanos por el regreso de un niño llegado a Miami por la decisión de su madre como balsera, y la batalla de su padre por el regreso del hijo al seno de su familia en Cuba. Era una batalla familiar devenida en batalla ideológica profundamente politizada que implicó a todo el país. Sin embargo, a nivel de imágenes era muy diferente. Si los balseros eran abundantes en situaciones gráficas –obviando la dureza del hecho-, la saga de Elián era escaza en imágenes, pues cada día y durante meses se repetía la escena donde cubanos de diversos estratos blandían algún póster con la cara del chico, y gritaban hasta la saciedad frente a un edificio monolítico y mudo que era la Sección de Intereses de EE.UU. en La Habana.
Dos hechos sociales con mucha fuerza, pero muy diferentes en la magnitud visual.


¿Cómo surgió el libro La Parranda Infinita?, ¿la edición del libro supuso cierto trabajo de investigación?

No concibo un ensayo fotográfico si no existe previamente un conocimiento profundo, profundísimo, del sujeto. Es que sería imposible hacerlo si no conoces los más íntimos vericuetos del sujeto. La Parranda Infinita me tomó un par de años de investigación y 11 en total para culminar mi periplo en el sitio.
Es la arqueología fotográfica de una tradición local en un remoto pueblo cubano, desde lo más evidente hasta lo más sutil. Significó mucho para mí saber que mis fotografías fueron la gota final de una decisión gubernamental para otorgarle a este pueblo la categoría de Patrimonio Cultural de Cuba. Fue mi grano de arena para unos pobladores que creen en lo que hacen desde más de un siglo. Y, si varias generaciones de remedianos fueron capaces de esperar más de un siglo en ser reconocidos, ¿porque no iba yo a tomarme 11 años para hacer mi libro?


¿Cómo es tu relación con la fotografía contemporánea?
¿ves mucha fotografía? sobre todo lo que se está haciendo en Latinoamérica?.

Estoy muy contento que la era digital ofrezca la opción a cada uno de hacerse fotógrafo, o de tomar fotos y divulgarlas. Sin embargo, es como la playa. Todos pueden sumergirse en ella, pero unos pocos son campeones de natación. Igual pasa en la fotografía o cualquier otro medio. Sabés escribir, pero no eres novelista. No temo en nada que surjan 50 mil fotógrafos por minutos. Hasta podría decir que son pocos, pero si me preocupa mucho, quizá demasiado, que lo que hagan sea pura paja.
Cuando estudiás arte, conocés las reglas universales del desarrollo de los períodos estéticos. Llegás a saber muy bien porqué surgió el impresionismo y porqué el arte del medioevo era esencialmente representativo de escenas vinculadas al catolicismo, su mecenas. El cubismo, el dadaísmo, el arte abstracto surgen porque existe antes todo un momento preciso donde una corriente artística se encara a la precedente, la sustituye, la destruye, la supera, la niega. En el mundo de la música, la literatura, el teatro y el cine ha ocurrido algo similar. Constantes superaciones de estéticas y conceptos. Es una ley de la naturaleza el sustituir lo viejo por lo nuevo. También en la fotografía ocurre, pero aquí debo poner un paréntesis (no en la documental). Quisiera abundar en esto lo menos posible para que tus lectores no dejen la página.
La fotografía documental, así como el cine documental, o la literatura testimonial, evolucionan sin perder su razón esencial. Cualquier filme documental de Flaherty a Moore o los realizados por el eminente fotógrafo de Magnum Raimond Depardon, muestran simpleza técnica y apego a las reglas tradicionales del cine documental. Los documentalistas cinematográficos son autores de ideas plasmadas con imágenes. Ellos han optado por ser simples y estrictos al contar o denunciar hechos, realidades, conflictos, sueños, aspiraciones de individuos o multitudes. Cada día me pregunto, ¿cuál es la súper categoría creativa que algún Dios les ha otorgado a los fotógrafos para la mayor parte de las veces sacrificar la historia por el grafismo? ¿Somos seres superiores que podemos olvidarnos de las manos rotas del obrero y a cambio optamos por su sombra sobre el muro?. Es muy manido el ejemplo, pero es así la mayor parte de las veces. ¿Somos tan cínicos los fotógrafos que en aras de ser alabados por los colegas grafistas, preferimos no decir nada inteligible? ¿A quién pretenden timar? Cuando un fotógrafo sacrifica comunicación por grafismo, deja de serlo para convertirse en payaso. El fotógrafo pretendidamente documentalista o Street que alardea con el grafismo de sus imágenes no es más que un autor incapaz de lidiar en la arena del arte, de los artistas y del mundo de farándula y orgullo que se necesita para tal “valida” empresa. Sobre este tópico finalmente me gustaría decirte a ti y a los lectores que hay un hecho absolutamente probado. A través de la historia de la fotografía, los grandes museos de arte han apreciado los valores intrínsecos de la fotografía documental.
Con mis propios ojos ví imagenes de Cartier-Bresson, Koudelka, Smith y Bruce Davidson absolutamente documentales, expuestas permanentemente en salas del Museo de Arte de New York. Ninguno de ellos pretendía estar en esas salas, sino, ser publicados en diarios y revistas del mundo. La categoría de arte la otorgan los valores propios de la obra y no la adherencia a tendencias de moda en regiones de moda. Sean “sombrismos”, “lentismos”, “deformismos”, “sangrismo”, “manipulismo”, “photoshopismo”, “HDRismo” o como les quieran llamar Jorge, podrías imputarme que he hablado de un tema que no me preguntaste, pero te diré. No sigo apasionadamente lo que “en fotografía de arte” se hace en esta región porque es excesivo, con toneladas de cosas muy buenas y también de cosas muy malas, pero si te diré que el esplendor de la fotografía documental de los años 70, 80 y 90 que gozó América Latina está opacado por el manierismo gráfico imperante. Cuesta mucho trabajo identificar la obra de un autor, pues se asemejan demasiado unas y otras.
Cuesta mucho trabajo ver un tema desarrollado que no sea la réplica de otro autor, sin ningún nuevo aporte. Cuesta mucho trabajo desprenderse del ego personal y tomar la decisión de dejar a un lado un proyecto que ya fue hecho antes y al cual nada podremos aportar. Hace falta mucha inteligencia para buscar nuevos temas y sobre todo, nuevas maneras de hacerlo. Un reto que no todas las generaciones están dispuestas a enfrentar.


Cuándo comienza tu vocación pedagógica formando nuevos fotógrafos?.

Mientras respondo tu pregunta y por puro azar, veo nuevos escaneos de viejos negativos que hago de quien me enseñó profundamente el mundo de la fotografía, del maestro Raúl Martínez. El mismo aprendió de sus maestros en el MIT de Massachusetts, entre ellos me contaba, de Aaron Siskind quien a su vez, supongo, tuvo otros maestros. No me concibo sin traspasar a gente joven lo poco y sano que pueda aportarles. Es una lección bien aprendida y muy gratificante. Es una espiral interminable que nadie debe renunciar a su expansión.
Créeme.-



Sobre el autor:

Adalberto Roque es uno de los más prestigiosos fotógrafos del mundo latinoamericano. Desde hace 20 años sigue todas las manifestaciones en que comparece Fidel o Raúl Castro. Fotógrafo de la France Press en La Habana sus fotos han sido publicadas desde el Miami Herald hasta el Corriere della Sera, El País, y los mayores periódicos del mundo. Es también autor de videos para la televisión alemana y otras internaciones. En su carrera ha obtenido varios galardones entre ellos el Premio de la Revista Revolución y Cultura. El Premio de “Fotografía Cubana 1982”, Salón 23 y M, Hotel Habana Libre, La Habana, Cuba, 1982. También el Primer Premio de Fotografía. “Salón Playa’83”, Galería Servando Cabrera Moreno, La Habana, Cuba, 1983. Durante más de veinte años este fotógrafo cubano ha transmitido, de forma magistral, su visión personal sobre la sociedad cubana, en múltiples exhibiciones fotográficas colectivas por prácticamente todos los continentes. En 2013 inauguró una exhibición personal en la ciudad de San Juan de los Remedios que valió a esta Villa cubana como testimonio gráfico para serle otorgada la categoría de Patrimonio Nacional. Ha publicado dos libros: -Los Hombres del Comandante y La Parranda Infinita.