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Pintor Inédito

Oscar Pintor | San Juan

El ojo parece confundido. No sabe si ve lo que ve, u otra cosa. Pasea por paisajes tropicales que luego resultan muros de mampostería. Se detiene en una paloma que duerme una siesta imposible en una cornisa o en el horror del rostro de un sacerdote de madera que escucha la confesión de un militar, también de madera.
Es testigo de cómo una mujer invisible deja una señal con forma de bombacha y alcanza a descubrir una vaca entre el follaje, justo en el momento en que se da vuelta y queda convertida en estatua de sal, como Edith, la mujer de Lot. Duda por qué puerta –entre dos idénticas– penetrar a un bosque de papel y trata de descubrir el rostro del dueño de una oreja iluminada por la luz iridiscente de la mañana. Estos son algunas de las redes que tira Oscar Pintor al ojo en su obra fotográfica: una admirable maquinaria de construir celadas visuales que ponen en debate si la fotografía le debe lealtad al mundo real o a la ilusión.
Si debe ser testigo de la consistencia del mundo o de su intangibilidad. Lo curioso, es que estas cuestiones referidas por Oscar Pintor en su obra surgen de fotografiar temas sencillos, hondamente argentinos. A través de los cuales las cosas que creíamos conocer se convierten en mensajeros de una realidad mucho más profunda y formulan preguntas visuales que urden, desde cada imagen, una picazón en el nervio óptico que llega hasta la espalda.
Marcos Zimmermann - Octubre 2014.