A lo largo de la historia, la mujer ha sido objeto de innumerables discriminaciones, las cuales la han apartado involuntariamente de diversos escenarios, entiéndase político, económico, cultural y religioso. Al hablar de trabajadoras sexuales, el prejuicio es aún mayor, ya que esta labor, considerada por algunos “ilegal” está directamente asociada con la doble moral, muy común en nuestros tiempos. Conocí a Daniela en una manifestación a favor de los derechos de las mujeres en una conocida plaza capitalina. Ahí estaba ella, frente a una gran multitud recitando una frase que siempre viene a mi memoria.
“Las mujeres trabajadoras sexuales ya estamos cansadas de que nos quieran poner a usar uniformes, máscaras, disfraces. Ya fuimos discriminadas y estigmatizadas por la sociedad y hoy queremos mostrar el rostro sin importarnos el qué dirán”. Madre y abuela. Dani o Dani cabellera como la conocen sus amigos se dedica a trabajar en las calles desde hace más de 10 años.
Valiente, audáz, amiga, confidente, luchadora, dice no tener vergüenza del camino que eligió y asegura que gracias a ello nunca faltó en su mesa alimentos para sus hijos a quienes los crió sola, sin el acompañamiento de una figura paterna.
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