Chulos
Lucía Ponce | San Luis
Las relaciones entre hombres y animales han sido variadas y crecientes. A lo largo de la historia los animales han sido utilizados como medio de trabajo, como fuente de alimento, como medio de entretención, como protección para el hogar o el territorio, como símbolo o instrumento sagrado objeto de culto, como modelos de investigación biomédica y conductual, como guía para personas discapacitadas y como fuente de afecto para sus dueños. La relación misma entre humanos y animales ha cambiado en forma importante. Los procesos de domesticación se iniciaron en el contexto de un beneficio mutuo para los humanos y las diversas especies domesticadas.
La selección artificial de las especies domésticas y su consiguiente explotación cambiaron rápidamente dicha relación para darle un carácter más utilitario. Esta valoración, en la que con frecuencia se atribuyen beneficios para los humanos, pero no para las especies animales, enfatiza la valoración negativa de toda intervención en el proceso evolutivo y en las condiciones de vida de dichas especies. Mientras las relaciones de tipo utilitario no fueron cuestionadas por miles de años, en el último siglo movimientos en defensa de los animales han empezado a cuestionar el papel dominante de los humanos en dicha relación y han empezado a atribuir a los animales características y valores considerados humanos, y a defender la existencia de derechos de los animales que interactúan con los humanos. Las implicaciones de este planteamiento han alcanzado muchos de los campos de interacción humano-animal, desde el uso de otras especies para el uso de sus productos, como instrumentos de trabajo, entretención y su uso como modelos de investigación, hasta su tenencia como mascotas, que es a menudo interpretada como la más benigna de dichas interacciones. La valoración ética de la relación humano-animal es actualmente motivo de debate en sociedades y culturas.
Con esta serie pretendo dar a conocer la actividad de las carreras de galgos y su realidad: Una carrera de galgos es una competencia entre perros de la raza. Los perros corren tras una liebre artificial hasta llegar a la meta. El primero en llegar es el ganador. En nuestro país las carreras de galgos no están prohibidas pero tampoco son legales, ya que no cuentan con asistencia médica veterinaria, con controles de antidoping, y todo lo necesario en una competencia deportiva. Los galgos nacen con una virtud -la velocidad- que termina siendo su mayor condena en manos de hombres inescrupulosos.
Son drogados para cada carrera, exigidos al máximo, sufren todo tipo de carencias y reciben grandes abusos: viven hacinados en jaulas, son atados para realizar montas forzadas, son privados de sus necesidades afectivas. Por su gran pereza lo que prefieren es dormir, pero los galgueros les exigen que corran de modo que los entrenan atados a autos, haciéndolos trotar a la par del vehículo durante horas. Su “vida útil” es de poco menos de 3 años. Después de un tiempo de competir quedan con temblores, estresados y muchos completamente destrozados. Posteriormente son abandonados o sacrificados, por generar un gasto innecesario para sus explotadores. Generalmente cuando son encontrados están en las peores condiciones: con secuelas motrices y neurológicas, desnutridos, quebrados, mutilados, golpeados y hasta tirados en zanjas agonizando. Existen protectoras de animales que rescatan a galgos en mal estado, quienes los curan y los ponen en adopción responsable.