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Peregrinación a la virgen del abra de punta corral

María Luz Habil | Jujuy

La peregrinación a la Virgen de Copacabana, o Virgen del Abra de Punta Corral, es una manifestación religiosa y cultural, en la que se combinan lo andino y lo católico en un peculiar sincretismo repleto de colores, sonidos y paisajes de increíble belleza. En el mundo andino, las fusiones y “mezclas” culturales y religiosas están presentes en todos los ámbitos de la fe. Los elementos prehispánicos, o de religiones anteriores a la llegada del cristianismo, fueron adoptados por las prácticas religiosas del catolicismo, en su afán de evangelizar al “nuevo mundo”. Este maridaje religioso fue desarrollándose a lo largo de los siglos para llegar a nuestros días con un importantísimo número de manifestaciones de devoción que varían según los lugares en los que nos encontremos. En el pueblo de Tilcara, ubicado en el centro de la Quebrada de Humahuaca a 2.464 m s.n.m. y con aproximadamente 6.000 habitantes, se lleva a cabo una peregrinación que es testigo fiel de la religiosidad quebradeña y andina. Este evento comienza el lunes previo a semana santa, en ese día el pueblo vive un clima de particular movimiento y expectativa.

Por un lado decenas de personas se preparan para emprender una larga y ardua caminata. Por el otro, una multitud de músicos devotos hacen fila ante la puerta de la iglesia local, para obtener permiso de iniciar su recorrido de varios kilómetros hasta el santuario de la Virgen, ubicado en las alturas del Abra de Punta Corral a 3896 m s.n.m. Ni bien iniciada la peregrinación se divisa el angosto sendero repleto de cuestas, a veces atenuadas con escalones rupestres, que se pierde entre las cumbres.
Es preciso pedir permiso a los cerros y a la virgen para que el recorrido sea propicio, esto queda sellado en las piedras que los devotos van depositando en los numerosos montículos llamados apachetas. Mientras los peregrinos van subiendo, el majestuoso paisaje se va tornando más imponente ante los ojos, las grandes montañas parecen cada vez más cercanas, casi palpables. Por la tarde el sol acompaña el recorrido, iluminando las laderas orientales de la quebrada. Por la noche la luna aparece radiante entre la oscuridad cerrada, bañando de plata el sendero, mientras las linternas de los caminantes iluminan los tramos ocultos. ¡Aleluya! La llegada al santuario es liberadora. El sonido noctambulo de las bandas de sikuris se vuelve abrumador, en la soledad de las altas cumbres andinas. El frio es intenso y el oxigeno escaso. Sin embargo, esto no es impedimento para esta impactante demostración de fe. Las bandas hacen fila ante las puertas de la pequeña capilla que guarece la imagen de la virgen, es imprescindible que una a una reciban la bendición antes de poder descansar.

Al día siguiente, el sol ilumina las numerosas carpas que se fueron desplegando durante la noche, la actividad es intensa, pronto iniciaran los oficios religiosos. Los sacerdotes confiesan a los penitentes, los cuartos de los corderos sacrificados, esperan en el altar para iniciar el baile en el que serán ofrendados.
El último día, miércoles previo al jueves santo, inicia muy temprano a la madrugada. Antes de que el sol salga y entibiezca las heladas cúspides la congregación se dispone a descender. El camino ahora es más liviano, los peregrinos llevan las imágenes a cuestas y las bandas acompañan todo el recorrido cambiando una a una, en los relevos dispuestos a lo largo del trayecto. La llegada al pueblo es una fiesta de colores y regocijos. Durante toda la jornada los altares y calvarios fueron adornados con flores y frutas, lo mismo ocurrió con las calles por donde pasara la procesión.
Personas de toda la quebrada vienen a esperar la llegada de la virgen, precedida por cientos de incansables bandas que anuncian su pronta venida.
El arribo de la Virgen, escoltada por los últimos sikuris y una ferviente multitud, es proclamada por fuegos artificiales e incontables oraciones. Ahora sí, Tilcara recibió a la imagen de María, al día siguiente pueden empezar los oficios de Semana Santa. Pedro Mariano Robles.