Hay quienes dicen que el Guaviare es la puerta de entrada a las selvas de Colombia, tal vez sea cierto, pero de lo que no hay duda es de su estigma como tierra agreste, invadido de cultivos de coca y marihuana, escondite de grupos armados ilegales, escenario de corrupción estatal, exuberantes paisajes, recursos naturales por montones. Allí mismo suceden las vidas de muchas personas que por múltiples razones habitan hoy dicho territorio; por ejemplo las comunidades Nukak, al parecer habitantes ancestrales de estas selvas y que fueron “descubiertos” hace ya varias décadas, hecho que le recordó al país y al mundo aquellas escenas de 1492: el avasallamiento de una cultura por otra. Colombia avanzó de manera significativa al asumirse como nación pluriétnica y multicultural en 1991, lo que hizo creer en el reconocimiento de las personas pertenecientes a las llamadas “minorías étnicas” como sujetos de derecho, pese a ello, las estrategias para promover sus derechos, prevenir su vulneración y garantizar su restablecimiento, se han quedado cortas frente a las complejas condiciones que diversos pueblos y colectivos viven hoy en Colombia.
La comunidad Nukak del Guaviare hace parte de esas formas culturales que están al punto de la extinción; el accionar de los grupos armados, la apropiación de sus territorios por colonos, su utilización en cultivos de caucho a cambio de galletas y gaseosa, el desinterés del Estado y la rotulación por parte de la sociedad, son algunos de los fenómenos que han tenido que enfrentar, sin tener respuestas concretas y estructurales para resolver su situación de desplazamiento y confinamiento forzado. Poco se ha aprendido de ellos, de sus habilidades para vivir en la selva, de recorrerla, aprovecharla sin extinguirla, lo que sí se sabe con suficiente evidencia, es del nefasto efecto que les resultó el encuentro con el “occidente dominante”, de cómo se han ido disminuyendo en cantidad, de la desaparición de espacios y especies antes “ilimitadas” que garantizaban su movilidad, característica fundante de su supervivencia. A pesar de todo eso, algunos de ellos luchan por mantenerse como Nukak, de recuperar su derecho legítimo al territorio arrebatado, reproducir sus modos, usos y costumbres, de ampliar el número de habitantes en condiciones óptimas, asunto nada fácil porque en ocasiones las ofertas invasoras resultan más motivantes que aquello que siempre se consideró propio y que para el caso de los más jóvenes, es decir, niños, niñas y adolescentes, tal horizonte se convierte en una dualidad extraña, que los atrae y expulsa, que los desconoce como personas pero también invade hasta lo más intimo de sus vidas. Esta serie fotográfica muestra una parte de la comunidad Nukak en el departamento del Guaviare y pretende dar cuenta de su situación actual, promover el respeto por su cultura, la validación como sujetos desde sus lecturas de mundo y ser un medio para aportar al mejoramiento de sus condiciones de vida, porque sus gestos indican que quieren vivir en paz, para ello, el primer paso es resistir su extinción.
Rommel Rojas Rubio
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