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Puro fútbol

Mario Quiroga | Catamarca

El tipo guarda al final los botines y las vendas, cierra el bolso, se lo carga al hombro y sale a la vereda a esperar que lo busquen para ir a la cancha a cumplir con el ritual de todos los sábados. Con el mismo entusiasmo de cuando era chango y se escapaba de su vieja a la siesta para patear una pelota en la esquina, se prepara para el partido de esa tarde. Con ese mismo sentimiento puro y desinteresado de jugar por el juego mismo, sin otro objetivo que divertirse y meterle al contrario más goles que los que el contrario pueda meterle a uno. Que eso es al final de cuentas el fútbol. Tal vez este año consigan el campeonato. Y si no, será el otro, o el próximo. O nunca.

Pero ni mil derrotas lo harán desistir de su empeño lúdico. Sobre esta pasión cabalga la Liga de Veteranos, la más convocante de las actividades deportivas de Catamarca. Las multitudes que se congregan para seguir las alternativas de sus campeonatos superan holgadamente las de cualquier otro deporte. El crecimiento de la Liga es fruto del esfuerzo mancomunado de esta changada, que después de los partidos de hacha y tiza, de dejar todo en la cancha, reverdece su camaradería en el asado del cierre de jornada, donde comentan los encuentros, chancean mutuamente y hacen el balance de lesiones y hazañas. Ya empiezan a palpitar la próxima fecha. En los entrenamientos de la semana ajustarán los detalles para enfrentarla. Sostener la organización demanda el aporte en tiempo y dinero de todos. Hay que mantener las canchas, armar los fixtures, llevar los puntajes, estructurar los arbitrajes, evaluar las sanciones para los eventuales infractores. Cada cual en la medida de sus posibilidades, y un poco más si es necesario, pone para que el juego siga. Incluso para acompañar a las selecciones en los viajes de los campeonatos nacionales. Catamarca logró unos cuantos, que son orgullo de todos. La celebración futbolera los iguala, elimina barreras sociales, económicas y políticas. Los privilegios de la vida cotidiana desaparecen.

Igual que cuando eran unos chicos y los méritos se establecían en función del compromiso solidario con el equipo, sin la distorsión de abolengos extra futbolísticos. Viejas glorias del fútbol profesional se entreveran con amateurs. Profesionales, obreros, funcionarios, empleados, pobres y ricos, se mezclan como pares. Y los códigos son los mismos que en el barrio: las diferencias deben resolverse en el seno de la Liga, virilmente y cara a cara, sin recurrir a ninguna instancia supuestamente superior. No hay más intereses en la Liga de Veteranos que la necesidad de jugar y encontrarse. Se renueva en los gastados botines y la esquiva número 5 el espíritu primero de la competencia sana.
Quizá sea el contraste con un mundo plagado de Veteranos como un fenómeno que suma cada vez más adeptos. Mientras los clubes retroceden como ámbitos de encuentro o se transforman en espacios exclusivos, mientras el individualismo avanza sobre la solidaridad, la Liga se destaca como el lugar para el abrazo fraterno y la amistad enriquecedora a partir del más argentino de los deportes.