Son imágenes del preciso instante en que esa transición que es el anochecer despoja a la luz de lo que encubre su misterio. Hubo suerte para que de más de un centenar de intentos quedaran estas, que revelan que la verdad no es descripción, confiesa."Traté de inventar una verdad; soy pintor", dice Seoane.
Es cierto: distintas disciplinas confluyen hacia ese aparente desorden donde "lo que para la fotografía es eterno - blanco y negro, con sus escasos y cuidados grises, con los valores tonales y el dramatismo de la iluminación logran despojar a la imagen de su circunstancia para resaltar su trascendencia.
Está a la vista el artesano, el reflejo buscado, el punto en que el error aparente casi domina para luego ser sometido.
La verdad que se rescata de la penumbra tiene su atractivo; tal vez sea tierna, acogedora, como el abrazo sugerido que es el baile, ese paso hacia el arte erótico en el que todos comulgamos. Tanta intimidad necesita ser recogida para no perderse cuando ya todo sea oscuro, cuando ya no importe. Y entonces estas imágenes dialogarán por su cuenta con el que mira, en un diálogo ya abstraído del autor, ya lejano a él, pero que lo llevan donde vayan.
Tuvo que llegar ahí, casi nos cuenta con su trabajo. El borde de la oscuridad, de la imposibilidad de imagen, fue dejando de incomodarlo para transformarse en coherencia. Y tal vez la coherencia que no percibirán quienes no naveguen en estas luces y sombras, es la razón de ser del todo.
Andrés Alsina.
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