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Relato de un camino entre fronteras

Melisa Hernández | Misiones

“Todo peregrinaje implica dejar algo atrás para emprender un camino de búsqueda.
Aunque muchas veces no se sepa hacia dónde, la peripecia necesariamente conduce hacia un encuentro. Se intuye que es preciso comenzar a andar para descubrirlo y se tiene la certeza de que significará un cambio. El desplazamiento conlleva el viaje simbólico: observarse frente a las señales de identidad del derrotero que advierten sobre un sustrato místico. Desarraigo y desapego son las claves que impulsan los pasos hacia la aventura introspectiva que, en el transcurso, hallará su transformación en las permanencias...
La muestra representa ese viaje que realiza la artista hacia el reencuentro consigo misma en la reconfiguración de su tierra; aventura que confluye en la metáfora del “ser misionero”. El itinerario pone de manifiesto que en Misiones todo deviene de la naturaleza. La naturaleza condiciona y determina los espacios y las personas. La artista nos habla del hombre en contacto con la tierra; de los emblemas que surgen de la correspondencia y que legitiman esos paisajes como orígenes fundantes de su iconografía.
Preocupada por consolidar la identidad, su mirada se impregna del imaginario que reflejan los rostros de una Misiones vuelta sobre sí misma. Según se observa, no se trata de una identidad colectiva en tanto que preexistente, sino de una unión de elementos que participan y ennoblecen. La escena local es abordada por la artista en tanto que allí se desenvuelven los hombres y mujeres que habitan el espacio natural. Cuadros de situación que fueran postergados y, con el tiempo, ignorados, pasan a constituirse en imágenes que enriquecen con múltiples matices: bodegones sencillos, escenas familiares, el solaz después de la faena, atardeceres de una vida austera... El silencio solemne que mana de los rostros. Los primeros planos al detalle reflejen la variedad de pueblos que enriquecen esta tierra, así como sus fiestas y cultos; las vestimentas típicas y sus rituales: el mate y el folclore; la misa y el pool; los instrumentos de cuerdas y la rocola.
El relato del viaje deja entrever su autorreferencialidad: Misiones se remite a sí misma en espacios y lugares; aunque “rodeada de ríos”, no delimita, conecta; sus fronteras no dividen, se difuminan, unen y agregan. Cada detalle, una flor, todo refleja ese universo ajeno e ignoto: lo sencillo abre paso al pliegue; el sosiego a una naturaleza nerviosa y chirriante; la tranquilidad de un atardecer al abigarrado, extravagante espacio en que la vegetación se superpone y multiplica. En Misiones, la naturaleza se manifiesta e inspira. Los ropajes connotan bordados que emulan esa vegetación frondosa y colorida, como si se estuviera dentro y fuera del monte.
En palabras del artista, “la naturaleza subyuga”, y cada imagen nos revela lo sublime. Vueltos hacia el sendero recorrido, el panorama nos llama al silencio, a pensarnos dentro de ese entorno penetrante y envolvente y, fuera de él, desde el respeto hacia lo inalterable, lo inasible de esa selva inmensamente diversa y fundida a un cielo inmaculado.
El camino conduce al ágape con la tierra y sus habitantes para guardar de una vez y para siempre aquello que se aparecía aunque todavía tras un velo; ahora, nítido: la visión total del derrotero andado de quien renace una identidad que reafirma…”
Melisa.