Amanece en el pequeño pueblo de Cuatro Bocas de Upala, en la zona norte de Costa Rica, y comienza el movimiento en la pequeña casa de Kendy Flores y su esposo Yeiner Casanova. Kendy se apresura con los quehaceres del hogar desde antes de las 05:00 a.m. porque ese día le espera un largo viaje en autobús para llegar al pueblo de Atenas, donde en la noche retará la bravura de un toro. A sus 21 años, Kendy Flores ya es una montadora de toros reconocida en los redondeles de Costa Rica.
Su cuerpo menudo nunca fue impedimento para que ella cumpliera su sueño de enfrentar los lomos de un toro. Un viejo cuaderno hace las veces de diario donde registra cada encuentro taurino, a los cuales asiste siempre con su esposo, quien también gana algo de dinero como montador.
En su grupo de monta, ella es la única mujer. Todos se preparan juntos. Algunos compañeros le ayudan con los últimos detalles de su protección. Sin ver antes el toro que va a montar, hace una oración para pedir ayuda a Dios y se dirige al toril… con la adrenalina al tope pide “puerta” y, entonces, su vida depende de los pocos segundos que el animal le permita permanecer sobre su lomo.
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