Libros de fotografía

 

Todos al furgón - Matías Barutta (Bs. As.)

50 páginas | 16,5x16,5cm. | Tapa blanda. Ed. Sudestada.

Fotografías entre Campana y Ballester. "Lo hermoso del camino es también lo que nos lleva por el" Al llegar a Villa Ballester, dejando atrás el ramal eléctrico, espera un tren desvencijado que viaja todos los días hasta Zárate. El ramal diesel del Mitre, poco conocido para el viajero frecuente de la zona norte de Buenos Aires, recorre setenta kilómetros para llegar a destino. De Villa Ballester a Zárate, y a la inversa, el recorrido devela las caras ocultas de esa vida que no se quiere ver, ocupando y compartiendo este último o primer vagón que es el furgón.
El tren parte a horario en una sinfonía de ruidos extraños y estruendosos, arrastrando su viejo y deteriorado cuerpo. Recuerdo cuando de niño, tomado de la mano por alguno de mis padres, escuchaba y veía entrar en la estación a la mole gigante, que a pesar de su peso y tamaño, se movía potente en las vías. Durante el trayecto, el ruido de las piedras contra la chapa es tan común como el humo de la marihuana y la silenciosa muerte del paco, o como la vívida palabra de aquellas grandiosas historias menores del que poco tiene en su haber. Lo marginal transita las vías dividiendo villas de barrios privados con colosales muros que los ocultan de quienes a la vez apagan. El trabajo es cartón, el cartón es un carro impulsado por la necesidad. La extremaunción de una vida sin opciones, de aquellos que “en cada discurso mueren y nacen a borbotones” y hacen de su vida un menudeo perpetuo. El furgón se convierte en encuentro, la vuelta a casa o la ida al trabajo de muchos y muchas. Un vagón de metal carcomido y agujereado por el tiempo y los piedrazos donde conviven el código y el respeto, el compartir y la violencia de amores perros. Familias, laburantes, chorros, policías, indigentes, pescadores, cartoneros...

Todos arriba, todos al furgón, nadie escapa a la necesidad. Los inmigrantes del país y de países hermanos, reflotan su origen, a la vez que se mezclan en ese ir y venir cotidiano por la provincia de Buenos Aires, dilapidando sus sueños y encontrándose una y otra vez con la sociedad del deterioro permanente donde el negocio hace de sus cuerpos un bien de cambio, agotable y reemplazable. La crónica del pasajero medio es inagotablemente repetitiva: la incansable rebeldía a morirse de hambre frente a la resignación de saberse vivo y celebrarlo; a pesar de todo, seguir soñando.
Esta corta formación, compuesta por una locomotora y tres vagones, baila entre rieles con el abandono y aún existe por la resistencia de quienes la sostienen. Los usuarios de bolsillos flacos y los trabajadores de un tren olvidado, a pesar de su cansancio, reafirman la continuidad de un ramal improductivo para el capital. El furgón se presenta como la última barricada en pie de los vencidos, un espacio tomado y ganado por la clase baja, un bastión de resistencia a la excluyente realidad argentina.



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