Libros de fotografía

 

Seres ocultos, Horacio Varela (Santa Fe)

54 páginas | 19x25cm. | Tapa blanda.

Desde siempre el hombre ha mirado el mundo y ha imaginado otros. La realidad material ha sido el punto de partida para la fantasía, para crear lo imaginario. Y esto ha servicio para explicar misterios, ocultar la angustia del desconocimiento, buscar universos tranquilizantes, asociados a lo concreto.

Lo fantástico también ha sido utilizado para amedrentar y sojuzgar. O para producir -a través del misterio- adrenalina, pulsiones vitales. Sirenas, dragones, mandrágoras, duendes verdes, extraterrestres... Van variando los seres fantásticos que pueblan el mundo desde siempre. En el simple lobito de río el conquistador ve al "negro del agua", mientras del otro lado del mundo se plantea como recurso del arte la búsqueda de imágenes propias en las formas de la naturaleza.
Juana de Ibarbourou nos habla de las manchas de humedad que poblaron de imágenes sus siestas. Existen seres que nos miran desde la pintura descascarada de un muro y desde las motas del granito. Y los nimbos y cumulonimbos siempre recordarán rebaños de ovejas. Hay quienes perciben Vírgenes aureoladas en paredes y tanques de agua. Y tías que no pueden ver montañas, pues siempre presencian gigantescos animales acuclillados, monstruos sedentes petrificados. Archimboldo y otros artistas del Manierismo crean lúdicos retratos armados con frutas, flores, hortalizas, ramas, troncos.

Escher, en el siglo XX, descoloca la mirada del observador con sus desconcertantes juegos matemático-visuales, camino de ambigüedades que Fukuda retoma más adelante inclusive en el espacio, en el volumen. Oscar Esteban Luna hace buscar a sus alumnos -en su paso por las escuelas de arte santafesinas- sus propias, personales imágenes, a partir de azarosas manchas de tinta. Hay artistas que no buscan ni en las nubes ni en las manchas. Pero anamórficamente exaltan pequeños trozos de naturaleza, hoquedades de troncos, o fotografían casas que parecen caras. Ellos perciben lo otro. En ramas desecadas, algunos sienten la presencia subyacente de animales y hasta los pintan y los ponen en las plazas y jardines para que jueguen los niños, para que se trepen. Juego de adultos, pues los niños -lo sabemos- no necesitan esa exaltación de lo fantástico. Ellos tienen su propio universo de maravillas.
Lidia Ferré de Peña.

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