La propuesta de la venezolana residenciada en Nueva York, Violette Bule (1980), posee atributos de gran potencia. Su trabajo fotográfico es no solo provocador sino que aborda discursos relativos a las problemáticas de género, así como en torno a tópicos de gran actualidad como lo referente a los migrantes y, en general, a los grupos sociales en estado de subalternidad. Esta creadora sostiene que los temas políticos que ella aborda se dan desde la mirada de “una persona responsable”.
Asimismo, estos están revestidos de un carácter espectacular que le da un fuerte tono irónico a su apuesta. No obstante, se percibe en su obra un fuerte matiz erótico, en este caso uno que surge de la forma como se da la aproximación al cuerpo femenino desde la mirada de la mujer. En tal sentido la artista posee, según ella misma ha comentado, un influjo de la obra de Helmut Newton. El carácter depurado y ciertos rasgos relativos a modelos con facciones “duras” son parte de esa impronta. Pero no todo queda ahí, la mirada de esta artista posee, además, matices análogos a los de algunas de las últimas tendencias que se han dado en la categoría del posporno, que es una mirada desde la mujer y para la mujer. De este modo, y a pesar de no ser ella una activista en asuntos feministas, hay en su obra discursos vinculados a eso. Ultimadamente ella es categórica cuando afirma: “toda mi obra es autobiográfica, una expulsión y alimentación de lo que vivo. Lo que me genera repulsión y lo que me apasiona está impreso en todo mi trabajo completamente”.
El cuestionamiento de esta artista en relación a lo político ha sido mordaz y ha despertado situaciones de gran polémica, como lo ocurrido con su obra, Imbellum Dancer (2014). La misma detonó toda una serie de comentarios en redes sociales por el tipo de significantes utilizados en el trabajo. Curiosamente, esta foto forma parte de la serie Detonaciones (2014); y aquí hay que decir que esta venezolana busca justo detonar emociones potentes que lleven al sujeto actual al cuestionamiento de la realidad y a la elaboración de juicios propios. Hay en ella una honda reflexión en torno al fenómeno estético. Desde el año 2000 se vinculó con la fotografía y en tiempos recientes se ha vinculado con otros formatos, incluyendo la instalación. La línea estilística en la cual va encuadrada esta propuesta es literalmente espectacular. Ella apela a ciertos significantes que le dan un fuerte matiz vinculado al “show business”, quizá ironía última en cuanto a la realidad actual donde deja en evidencia la total y absoluta desacralización del mundo en el presente. Trabajos en proceso apuntan al cuestionamiento de la naciente “Era Trump”, con quien justo la artista se topó casualmente en Nueva York cuando este era candidato presidencial.
Ella se refiere a su propuesta en tanto revestimiento del mundo de hoy con un carácter “fantástico”. Hay, sin lugar a dudas, potentes matices pop en esta propuesta. Ello es lo fundamental en cuanto a las formas de las cuales está imbuida su obra. Hay además una constelación de lo lúdico en su trabajo, que a pesar de su gran depuración posee mucha potencia y garra. Ella incluso ha comentado que se encuentra realizando trabajos en la actualidad que están relacionados con los juegos en general, los juegos circenses y los videos juegos; metáfora última de ese carácter lúdico al que me he referido antes.
Y esa forma de dialogar con el otro y con los acontecimientos es marca singular de ella. Ya a estas alturas es icónica su obra, Las odaliscas (2013), –una pieza absolutamente polisémica– en donde se puede apreciar ese diálogo con los eventos y la polémica. Para Violette Bule el fenómeno fotográfico es un acto poético en sí mismo en el sentido de que la artista ha hallado la salvación mediante este recurso expresivo. Ciertamente, y dada la energía que manifiesta su trabajo, estamos en presencia de una de las artistas venezolanas de carácter internacional con mayor fuerza telúrica. En ella se da la epifanía de la atemporalidad.
Por JOSÉ ANTONIO PARRA, Papel literario Periódico El Nacional.
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