Tras el terremoto más poderoso que jamás haya golpeado a Japón, la magnitud del tsunami que azotó el noreste de Japón el 11 de marzo de 2011, junto con el desastre nuclear que vino con él, no tuvo precedentes. Las comunidades costeras fueron devastadas por las olas, que en su punto más alto alcanzaron los 40 metros sobre el nivel del mar, viajando hasta 10 km tierra adentro. El pueblo pesquero de Otsuchi, Prefectura de Iwate, Japón, fue probablemente el más destruido por el tsunami. Allí, aproximadamente el diez por ciento de la población fue desaparecida y el sesenta por ciento de los edificios residenciales sufrieron daños.
El alcalde de la Cámara de Representantes y muchos funcionarios municipales fallecieron, dejando las funciones administrativas de Otsuchi paralizadas. En medio de tal caos y desorden, las personas comenzaron a recuperar las fotografías familiares que encontraron en los escombros de la ciudad, tratando de mantener a salvo el recuerdo de Otsuchi. Este proyecto presenta una documentación visual de la destrucción y la pérdida, al conectar retratos de los sobrevivientes de Otsuchi con fotografías familiares recuperadas de las aguas, arrastradas por el tsunami.
Los sobrevivientes de Otsuchi fueron retratados en los espacios donde se ubicaron sus antiguos hogares y lugares de trabajo. La importancia de los colores se vuelve crucial en este enfoque. Los colores de las fotografías destruidas (imágenes deformadas y borrosas, alteradas por los efectos del agua salada, algunas creaciones de nuevos colores o mezcla de las anteriores) se revalorizan en un ejercicio de arqueología del color, donde cada uno de los colores se encuentra en las fotografías destruidas. Se utilizaron para colorear los retratos de los supervivientes. El tsunami causó daños materiales considerables, matando personas y destruyendo comunidades, pero sobre todo, los sobrevivientes también se enfrentan a la pérdida intangible de sus propios recuerdos e ideas, en las que las fotografías familiares juegan un papel fundamental.
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