Los Pehuenche se desenvuelven sobre sus creencias del pehuén, ya que en él radica el origen y el vigor que caracteriza a esta sociedad.
A diferencia de los nguillatunes mapuche del valle, las comunidades pehuenche en el centro de la cancha, el rewe, colocan una plántula de araucaria a la cual le brindan agradecimiento. Los pehuenche en particular le atribuyen su “nacimiento” como pueblo involucrado ciertamente a la existencia de araucarias en sus alturas.
Le sigue en importancia el sur (willimapu) región a la que se le asocia buena suerte, salud, trabajo, como también al buen tiempo. El norte (pikummapu) representa a la mala suerte, ya que se generan allí las tempestades y vientos destructivos que acarrean enfermedades y la muerte. Finalmente el oeste (lafkénmapu) donde según los conocimientos antiguos, residen los espíritus malignos.
La “percepción de este espectro”, asociados en las creencias de la machi y en el nguillatún, se dirigen a la definición que los propios mapuche plantean sobre el mundo: “La tierra mapuche de los cuatro lugares” la cual es protegida por cuatro familias integradas por un dios masculino y otro femenino ancianos y un dios y otra diosa joven, cada uno de los cuales resguarda “con su vida” un punto cardinal, defendiéndolo de las acciones destructivas de los wekufe. Todos ellos habitan el wenumapu, el panteón mítico. Texto: Hans Gunderman K. (antropólogo)
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