Crotto era ministro del Interior y se los comenzó a denominar “crotos” porque durante la crisis del 30 estableció que el ferrocarril tenía que poner un vagón sin costo para trasladar a los que iban a trabajar al campo, braceros.
Se les empezó a decir el “vagón de los Crotto”, y después se amplió el término a los linyera (linghera) o vagabundos… Pasaron casi 100 años desde la invención de la palabra, para que ahora se realice un lugar exclusivo para ellos, el “Crotario”. Realizado por el párroco de la ciudad albergó a muchos indigentes de Rosario. Desde el 1994 hasta su demolición en 2011, muchas vidas pasaron por sus derrumbadas paredes, sus techos de chapas casi caídos y todo su mobiliario destrozado por el tiempo. Jóvenes y viejos, con mucho pasado, pero con un futuro incierto y un presente abrazado por la desesperanza.
El lugar era una vieja construcción del ferrocarril, situada al margen derecho de la estación Rosario Norte. Cuando se hizo visible la necesidad, el predio fue cedido a la causa y ocupado por muchas vidas. Hechos de violencia, incendios, robos entre sus habitantes humanos convivían diariamente junto con perros, gatos, arañas y ratas. Puedo recordar el primer día que fui, ahí vivía un conocido. José era su nombre, no tenía más de 20 años y su desafortunado desencuentro familiar lo había llevado a vivir en ese lugar. No tenía donde dormir y para él era peor dormir en la calle que estar allí. Compartía su “habitación” con muchas personas y cada una con historias difíciles pero en el interior muy similares. En un ala de la instalación se encontraba esta sala común donde dos hileras de camas llenaban cada espacio de ella. Una a lado de la otra y menos de un metro las separaba. Todo eso era el espacio individual de cada uno. Todo es muy confuso ya que el significado de la palabra “croto” describe el aspecto presente de la persona, pero nunca hace alusión al su pasado, ¿qué sucedió para que esa persona llegue allí?. La gran mayoría, para no decir que todos, eran trabajadores que fueron víctimas o “daño colateral” de la década de los 90.
Recostados en sus camas de colchones flacos, tal vez rememorando viejas vidas mejores, en sus casas, juntos a su familias o tal vez simplemente en un lugar mejor. En ese momento estaban ahí.
Ocho años después de ese trabajo fotográfico, tal vez muchos ya no estén ni en este mundo. “Es mejor morir bajo un techo que morir en la calle”, nunca se puede pensar que es mejor morir con la dignidad de haber trabajado toda una vida y poder irse junto a los suyos, en la tranquilidad del hogar o bajo el resguardo médico. Tal vez sea preferible ser “croto”, ya que solo es una descripción sensorial de una persona, a no hipócrita que el estado más retorcido de nuestro interior.
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