El cierre del aterro sanitario Jardim Gramacho (Duque de Caxias, Rio de Janeiro), en 2012, dejó una responsabilidad ambiental y social, anunciada como legado anticipado por el Comité Organizador de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos Río 2016. Además del cierre de actividades del mayor basural en América Latina vino una serie de promesas de recuperación de la costa de la Bahía de Guanabara contaminada, revitalización del barrio y capacitación profesional de miles de recolectores que no fueron atendidos. Según un relevamiento de la ONG Teto, que actúa en el local construyendo casas desde 2013, la renta media per cápita de los habitantes de Jardim Gramacho es de 331,96 reales, 11 reales por día, prácticamente el valor de dos pasajes de subte o de tren. La renta para los que trabajan se triplica, pero aquí cerca del 45% de los vecinos no tiene empleo (la tasa nacional de desempleo es del 12,4%), según esa encuesta realizada con más de 700 residentes. No es falta de voluntad. Decenas de vecinos están enfermos, no tienen formación alguna, nadie con quien dejar a sus hijos o necesitan cuidar de la casa. A medida que las promesas no llegaron y el aumento de la peor crisis económica que Brasil vivió en décadas, un nuevo basurero clandestino está creciendo nuevamente regenteado por la banda local de narcos. Después de 5 años, en 2017, la vida de los recolectores que continúan viviendo en el lugar sigue siendo peor.
Sin saneamiento básico, ni agua potable y viviendas y condiciones de vida indignas, ahora enfrentan la dificultad de falta de trabajo en condiciones de pobreza extrema.
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